BOGOTÁ.- “El 28 de julio se sellará el regreso de nuestros hijos a casa. Y como madres y padres vamos a defender cada voto”. La líder opositora María Corina Machado volvió a concitar este sábado el deseo de cambio de un país como nunca antes en lo que va de siglo en Venezuela. Miles y miles de personas inundaron las calles de Maturín, en una comunión emocional que sorprendió a los observadores más avezados del panorama electoral latinoamericano.
Varios factores confluyen para que las elecciones presidenciales del próximo domingo traigan aires de cambio, por primera vez desde la llegada del chavismo al poder hace 25 años. En los comicios de 2018 la unidad democrática no participó, tras fracasar las negociaciones en Santo Domingo y las inhabilitaciones promovidas por el poder bolivariano. Henri Falcón, candidato alternativo, no alcanzó los dos millones de votos frente a los 6,2 millones que sí obtuvo Nicolás Maduro con el tradicional ventajismo revolucionario.
En 2013, en las elecciones convocadas tras la muerte de Hugo Chávez, la diferencia entre Maduro y Henrique Capriles fue mínima, poco más de 200.000 votos (1,4%), en unos comicios marcados por las denuncias de irregularidades y con el desconocimiento público de la oposición. Dos años después, en las parlamentarias, la Unidad Democrática conquistó la Asamblea Nacional para confirmar el cambio de rumbo. El chavismo impidió desde entonces, de una u otra manera, el duelo electoral.
En la actualidad, todas las encuestas independientes sitúan al exembajador en la Argentina Edmundo González Urrutia muy por encima del sempiterno líder bolivariano. El último estudio de Delphos acredita que la ventaja no deja de crecer y nada indica que la tendencia se frene en estos días: 59,1% de intención de voto para Urrutia y 24,6% para Maduro.
¿Cuáles son entonces los factores que indican que estas elecciones son distintas a las demás? La primera clave tiene nombre de mujer, el más repetido en Venezuela en el último tiempo: Corina Machado.
“El cambio en el liderazgo opositor es fundamental, desafió cualquier tipo de prejuicio sobre ella. Machado venía muchos años siendo un factor más radical que el resto de la oposición y logró desplazar a la oposición tradicional y tomar ese liderazgo sin que ello implicase sacarlos de la estructura de la toma de decisiones. Es más, los incorporó a sus comandos y renovó por completo tanto la percepción ciudadana sobre lo que es la oposición como el sistema de la toma de posiciones”, dijo a LA NACION el consultor político Luis Peche.
Algo que hubiera resultado imposible sin la victoria apabullante en las elecciones primarias del año pasado: 93% de apoyo con más de 2,3 millones de votos. Su rival entonces, el socialdemócrata Carlos Prosperi (4%) protagonizó esta semana un “salto de talanquera” (cambio de partido) descomunal, al anunciar públicamente su voto por Maduro.
“En esta ocasión la diferencia de fondo tiene que ver con la confianza en el liderazgo. Siento que la gente está convencida de que el liderazgo correcto está en frente de esto, que se trata de un liderazgo fuerte, que no se amilana ni se rinde, que no se deja intimidar y que además dice la verdad”, precisó a LA NACION, bajo anonimato, uno de los colaboradores más estrechos de la líder de Vente Venezuela.
Machado, que ha visto cómo la represión encarcelaba o refugiaba en la embajada argentina en Caracas a su equipo de trabajo, confirmó una madurez política desconocida durante un cuarto de siglo en la oposición venezolana. Cada una de las trampas del régimen recibía una respuesta pausada e inteligente que desarmó al gobierno, que esperaba que la ganadora de las primarias llamara a la abstención tras ser inhabilitada ilegalmente el año pasado o tras el bloqueo a su primera candidata, Corina Yoris, en marzo.
La segunda clave es un éxito de la oposición, que pese a los múltiples intentos del chavismo mantuvo la unidad y la ruta electoral. “Es una diferencia fundamental con el proceso de 2018. Ahora hay un consenso total alrededor de la ruta electoral, que terminó con el acuerdo de postular a Urrutia como candidato para proteger la boleta de la Mesa de la Unidad Democrática ya registrada”, destaca el intelectual Cristóbal Fernández Daló, expresidente del Congreso.
“A lo largo del proceso hubo una pérdida de esperanza en el sentido de que Machado pudiera patear la mesa. Por el contrario, se mantuvo en la ruta electoral, lo que desconcertó en buena medida al chavismo e hizo que aún se mantenga en la carrera electoral más allá de las amenazas y el entorno represivo de las últimas semanas. La esperanza de cambio no sólo sigue vive, sino que sigue creciendo”, señala Peche.
El tercer factor fundamental en el actual escenario es otra maniobra exitosa de Machado, que el chavismo nunca ponderó. “Logró trasladar su liderazgo a una candidatura, de acuerdo con el resto de factores de la oposición de la Plataforma Unitaria, en torno al nombre del candidato que se inscribió para proteger el puesto, que era Urrutia. En dos semanas, un hombre meritorio con una trayectoria brillante en el campo diplomático y un ciudadano ejemplar, pero prácticamente desconocido, logró ser el candidato de la inmensa mayoría”, sopesa Fernández Daló.
La cuarta pieza clave se movió con destreza sobre el tablero geopolítico continental. “Gobiernos que de forma natural deberían estar aliados a Maduro, como Brasil y Colombia, han exigido el respeto al cumplimiento de las normas democráticas, aunque coinciden ideológicamente con Maduro”, subraya Fernández Daló.
La postura de los vecinos más importantes de Venezuela se suma a las negociaciones que Caracas mantiene con Washington, “lo que provocó una revisión de quienes exigían una maniobra que impidiera la elección. Hasta hoy prevalecía la sospecha de que el gobierno impediría la candidatura de Urrutia con alguna triquiñuela, pero el chavismo parece hoy concentrado en reducir la brecha electoral y asegurar la victoria mediante procedimientos (la llamada ingeniería del fraude electoral) que en otras oportunidades les proporcionaron victorias cerradas”, confirma Fernández Daló.
La realidad es que Venezuela y el continente no se enfrentan a unas elecciones convencionales, los comicios del 28 de julio son mucho más: el movimiento de liberación nacional nacido de una catarsis provocada por una inmensa herida, que sangra todos los días. La diáspora venezolana, 8,8 millones de personas expulsadas de un país que jamás poseyó el gen emigrante, cambió para siempre el juego político en Venezuela.
“Ella supo conectar con el anhelo del reencuentro de la familia y de la unión del país, no solamente desde el punto de vista geográfico entre quienes fueron y se quedaron, también la necesidad de sanar como país de tantos golpes duros que nos ha tocado vivir”, añade la misma fuente anónima.