El componente que excluye las variaciones de precios estacionales y regulados muestra reticencia a seguir bajando. Tras dos meses en 3,7%, la inflación subyacente marcó 3,8% en julio.
La inflación núcleo fue de 3,8% en julio y anotó la primera suba mensual (de 0,1 puntos) en 2024. En lo que va del año, el indicador acumula un alza de 75,2%. El Gobierno sigue de cerca la evolución de este índice, aunque luego de la última aceleración parece difícil que se cumpla el vaticinio del ministro Luis Caputo, que había pronosticado que ese indicador estaría en torno a 1% en septiembre.
El componente núcleo de la medición de inflación, también llamada subyacente o core, es un recorte que hace el INDEC sobre la totalidad de los precios que mide. Para ello, no se tienen en cuenta los precios que pueden moverse por cuestiones estacionales o regulatorias.
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Así, excluye ítems como combustibles, tarifas, servicios de salud, transporte, servicios de telefonía, educación, cigarrillos, frutas, verduras, indumentaria y turismo. En cambio, incluye los precios de la carne, los panificados, los lácteos, los electrodomésticos, los materiales de construcción y los automóviles, entre otros.
“La distinción que se hace es entre inflación headline o total y núcleo es para evitar que eventos de una vez, que pueden ser regulatorios o estacionales, influyan en la política monetaria”, explicó Sebastián Menescaldi, economista de Eco Go, en relación a las decisiones sobre la tasa de interés que toma el Banco Central.
Una dinámica doble
En las últimas declaraciones públicas que los funcionarios dieron sobre la inflación, se concentraron en la evolución del componente núcleo, que bajó más rápido que el nivel general a pesar del leve aumento de julio. Sin embargo, en una economía que desde hace varios meses sufre correcciones de tarifas y otros precios, los analistas consultados por TN afirman que el Gobierno debería mirar ambas dinámicas.
“Tiene sentido mirar la núcleo cuando estás en una situación de equilibrio o de un sistema que está estable, en algún sentido. Cuando los precios no están estables y hay ajustes pendientes, la verdad que tiene sentido ver la inflación total más que la núcleo. Y todo esto no se ve en contexto de un solo mes sino de varios meses”, indicó Menescaldi.
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“En una economía ‘normal’, es más claro notar que la medición core es de muchísima utilidad, dado que aísla componentes muy volátiles, cuya evolución puede estar más allá de las métricas relevantes para un Banco Central. Así, permite hacer a un lado variaciones transitorias en los precios”, coincidió Nicolás Alonzo, economista de OJF.
El salario, más sensible a la inflación general
En esa línea, Alonzo afirmó que en economías menos desarrolladas el peso relativo de esos bienes volátiles, que muchas veces son alimentos, en la canasta de consumo es más grande. Por lo tanto, expresó que las fluctuaciones en el consumo y el ingreso son mucho más sensibles a esas variaciones de precios regulados, especialmente porque los consumidores no tienen las mismas herramientas para suavizar el consumo que en una economía avanzada.
“Como el Banco Central no tiene una meta formal, debería tener un ojo en cada medición, sobre todo en este contexto de bruscos cambios de precios relativos, que van a alterar el ingreso disponible de las familias significativamente”, consideró el economista.
Algo similar hizo notar Menescaldi, que resumió: “Para ver el poder adquisitivo, me interesa la inflación total”. El analista de Eco Go también apuntó, de todos modos que las correcciones de tarifas tienen un impacto indirecto en la inflación núcleo porque incrementan los costos de producción y comercialización de todos los bienes y servicios.
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“Cuando hay este cambio de precios relativos, la verdad que se debería ver todo y tener en cuenta cuál es el impacto regulatorio porque tiene segundas vueltas en el resto de los precios de la economía. Por ejemplo, el precio de electricidad después afecta el valor de cualquier cosa. Creo que hoy, todavía, hay que mirar los dos indicadores a la vez”, cerró.