A partir de ahora, los medicamentos de venta libre estarán disponibles en las góndolas de las farmacias. Analgésicos y antiácidos puntualmente también se venderán en quioscos, supermercados y estaciones de servicio. A tono con los aires de esta época, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, dio la bienvenida mediante X a Coto y Carrefour para que materialicen en el corto plazo esta modificación. En efecto, ya no será necesario que sea un farmacéutico el que suministre el producto y la automedicación — refieren los especialistas– “estará a la orden del día”.
La medida fue comunicada a partir del decreto 1024 y modifica la norma 17.565 que regula las condiciones de seguridad y acceso a estos productos. Así como el consumidor se sirve un chocolate o un turrón, podrá llevarse un medicamento. En el reino de la desregulación, los productos que impactan en la salud también son susceptibles de quedar librados a las leyes del mercado.
Rubén Sajem, director del Centro de Profesionales Farmacéuticos Argentinos (Ceprofar), señala a Página/12: “Lo que ha decidido el gobierno es que los medicamentos de venta libre, en particular los analgésicos y los antiácidos, se vendan en cualquier lado; en cualquier comercio, almacenes, estaciones de servicio, kioscos, supermercados y estén expuestos en las góndolas de la farmacia para que la gente los compre”. Y continúa: “Lo que ya está demostrado es que la gente actúa por impulso, muchas veces inducida por las ofertas 2×1. Terminan comprando medicamentos que no necesitan o más de la cantidad que necesitan. Esto induce claramente la automedicación”.
Los medicamentos de venta libre –los que no requieren de receta– se exhibirán en farmacias siempre que cumplan con las siguientes condiciones: deben estar en caja cerrada con prospecto; su venta será exclusiva para mayores de 18 años; y se deberá presentar el Documento Nacional de Identidad. De esta manera, se observa un triunfo por parte de las cadenas de farmacias, hoy devenidas en negocios de rubros múltiples, que ofrecen una cantidad de productos variopinta.
Hasta la fecha, los medicamentos eran suministrados por un profesional farmacéutico con quienes las personas tenían la posibilidad de realizar una consulta por el padecimiento y recibir una recomendación sobre un tratamiento más ajustado a las necesidades. Sin embargo, a partir de ahora esa posibilidad ya no estará presente. Se elimina la presencia de un eslabón y de un recurso humano especializado en el tema. Estos productos ya no estarán resguardados en un lugar determinado, sino que podrá acceder cualquiera. Aunque por el momento la venta solo estará restringida a productos como antiácidos y analgésicos, la autoridad de aplicación se reserva la posibilidad de ampliar esta lista en el futuro.
Una (mala) idea de los 90
Rubén Sajem señala que esta nueva disposición tiene poco de novedoso. “En 1991, el decreto de reguladores, en ese momento de Domingo Cavallo, en el gobierno de Menem, había tomado la misma iniciativa: que los medicamentos se vendan en cualquier lado, fuera de la farmacia. Y los resultados fueron absolutamente negativos. Eran más caros fuera de la farmacia, y no había control sobre la calidad, seguridad y eficacia. Había conflictos con el origen; se encontraban medicamentos robados con listas recortadas, con la fecha de vencimiento que no estaba a la vista».
Tan mala fue la experiencia que casi dos décadas después, en 2009, una ley votada casi por unanimidad en el Congreso decidió que los medicamentos vuelvan a la farmacia. Se dejaron de exhibir en góndolas, precisamente, para que la gente no los tome directamente, sino que consulten con el farmacéutico, se interioricen sobre los efectos colaterales, sobre el modo correcto de uso. “Los medicamentos, aunque sean de venta libre, tienen efectos adversos, tienen efectos que pueden ser indeseados y hay que usarlos con relativo cuidado”, advierte Sajem.
Los medicamentos con receta, no obstante, seguirán siendo comercializados en farmacias habilitadas y con la dispensa de un farmacéutico que oficie de responsable. Juan Manuel Castelli, exsubsecretario de Estrategias Sanitarias del Ministerio de Salud, plantea una cuestión de fondo que, desde su punto de vista, «es anterior a cualquier discusión». “Cuando la Anmat, la autoridad regulatoria, define a un medicamento como de ‘venta libre’ ya le saca la cuestión prescriptiva al médico, con lo cual interpreta que no hay un aspecto de intervención de quien dispensa, es decir, del farmacéutico. Entonces no hace falta que participe alguien con un conocimiento, o un profesional en la materia, por eso una discusión previa es todo lo que indica una venta libre y lo que no”.
Más libertario que los libertarios
Después Sajem apunta que el gobierno está “sobreideologizado”. “El gobierno aplica la lógica del mercado a áreas donde ya está comprobado, en todos los países del mundo, que no funcionan las leyes de mercado. En el área de medicamentos, por caso, no funciona el mecanismo de competencia de precios”. Y continúa: “Es un mercado imperfecto, el mecanismo de competencia de precios, que a lo mejor equilibra un mercado convencional, aquí no lo hace. Se sigue con esta lógica de mercado, de que cuantos más oferentes haya, más barato va a ser el medicamento, y no es así”.
Incluso, en los países más liberales del mundo, los gobiernos regulan los precios de los medicamentos. “Lo único que hará esta lógica es que la gente compre los medicamentos más caros, porque se los van a vender en base a la publicidad, que es cara y hay que recargarle los precios”. Un mal ejemplo constituye EE.UU., según Sajem, ya que “tiene problemas graves en cuanto al mal uso de los medicamentos”. Pero, así las cosas, para esta Argentina, EEUU es sinónimo de éxito en todo.