sábado, 23 noviembre, 2024
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Nueva etapa: quién es quién en la interna de la CGT y cómo se paran frente al gobierno de Javier Milei

El ímpetu combativo que insufló, casi sin excepción, a todos los espacios de la CGT apenas Javier Milei desembarcó en la Casa Rosada, y que motorizó el paro general más rápido dispuesto contra un gobierno a solo 40 días de su asunción, terminó por desinflarse al calor de las propias necesidades y diferencias internas, al punto que apenas un puñado de dirigentes insiste en su ofensiva confrontativa, mientras la mayoría cegetista se allana a la promesa de diálogo que ofrece la administración libertaria.

La última muestra de la profunda divisoria de aguas que emerge en la principal central sindical quedó expuesta este martes con la decisión unánime de la mayoría que ostenta el poder cegetista de rechazar de cuajo el emplazamiento de Pablo Moyano para avanzar con una nueva huelga general antes de fin de año. No solo eso: a la negativa tajante a disponer un paro se agregó la voluntad explícita de los grupos que dominan la conducción de la central de apuntalar la instancia de concertación tripartita que promueve la Casa Rosada junto al sector empresario.

El vacío explícito a la posición de Pablo Moyano, que contó con el guiño de su padre y mandamás de Camioneros, Hugo Moyano, profundizó el quiebre interno entre dialoguistas y duros que se consolidó en los últimos meses, aunque de uno y otro lado de la grieta sindical se empeñan en asegurar que el agua no llegará al río. «Se dobla pero no se rompe», ironizó un dirigente del ala moderada tras la reunión de mesa chica de este martes, aunque desde los gremios más combativos advierten que la convivencia interna se vuelve insostenible y atizan una y otra vez la amenaza de una fractura.

En buena medida la posibilidad de una ruptura quedó latente tras dos episodios clave que sacudieron el mundo sindical en las últimas semanas. Por un lado, el portazo del número dos de Smata Mario Manrique, referente del ala dura y del sector gremial que responde al kirchnerismo, que abruptamente renunció a su cargo en el consejo directivo cegetista enfrentado con la posición de la mayoría dialoguista. Días después se sumó la fractura en la poderosa Confederación de gremios del transporte, la CATT, a partir de la salida de su titular Sergio Sassia, el jefe de la Unión Ferroviaria y alineado con el ala moderada de la CGT, por su abierta disputa con Pablo Moyano y los sectores duros que dominan la cúpula de esa entidad.

Ambos movimientos echaron luz sobre la profundidad de las divisiones puertas adentro de la estructura cegetista y mapearon quién es quién en la grieta interna que divide a dialoguistas, duros y hasta algunos dirigentes que en medio de las diferencias sobre cómo pararse frente a la gestión Milei optan por hacer su propio juego.

La decisión dominante en la conducción de la central obrera es potestad evidente de los grupos que pregonan una postura moderada y alientan la instancia de diálogo con el gobierno libertario. Son los mismos que a principios de octubre convinieron una especie de tregua sin medidas de fuerza con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, con el asesor presidencial Santiago Caputo y con el secretario de Trabajo, Julio Cordero.

Dentro de ese grupo reportan dos de los tres miembros del triunvirato de conducción: Héctor Daer, referente del sector de los gordos (grandes gremios de servicios), y el estacionero Carlos Acuña, el representante de Luis Barrionuevo en la cúpula de la central.

A ellos se suma el frente de «independientes» que componen Gerardo Martínez (Uocra), Andres Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras sanitarias), y otros dirigentes de gremios de peso como Armando Cavalieri (Comercio), Rodolfo Daer (Alimentación) y Roberto Fernández (UTA). También comulgan con la misma posición Sergio Romero (de los docentes de UDA), Jorge Sola (Seguro), Cristian Jerónimo (sindicato del vidrio), Alejandro Amor (municipales porteños) y Julio Piumato (judiciales), entre otros.

Pablo Moyano encarna la posición más refractaria a cualquier acercamiento con Milei. El número dos de Camioneros alienta con insistencia la apuesta por la confrontación apalancado en el poder de fuego de los gremios del transporte, donde confluyen dirigentes de perfil combativo como Omar Maturano (La Fraternidad), Juan Carlos Schmid (dragado), Pablo Biró (pilotos), Juan Pablo Brey (aeronavegantes) y Raúl Durdos (SOMU), además de otros gremios como taxistas, portuarios y motoqueros.

La intención del camionero es cerrar filas en su ofensiva con las dos CTA, de abierto enfrentamiento con la Casa Rosada, y con los movimientos sociales de perfil kirchnerista, que también presionan por articular la estrategia con las organizaciones sindicales más críticas.

Sin embargo, en las últimas semanas los planes de Moyano hijo comenzaron a encontrar algunos límites evidentes. Por una parte, la tregua sellada por Biró y Brey con el Gobierno para descomprimir el conflicto en Aerolíneas puso en jaque la aspiración de avanzar con un nuevo paro de los gremios del transporte, ante el rechazo cegetista a la apuesta por la huelga general.

Pero la frontera más palpable la representa el juego de equilibrio que despliega el propio Hugo Moyano. El mandamás camionero deja hacer a su hijo, pero es quien termina imponiendo siempre su voluntad. Lo repitió este martes cuando terminó desautorizando la presión de Pablo por un nuevo paro frente a la mayoría dialoguista de Azopardo.

El mismo equilibrio que despliega Moyano padre es replicado por los referentes de otros dos gremios poderosos. Son los casos de Abel Furlán de la UOM y Ricardo Pignanelli de Smata. Ambos se enrolan políticamente con el kirchnerismo pero tienen juego propio en el mundo sindical y en la relación con el Gobierno, sin romper puentes ni alinearse con dialoguistas o duros. Algo parecido ocurre con el bancario Sergio Palazzo, con terminal directa con Cristina Kirchner, que en lo discursivo despliega una postura crítica hacia el Gobierno, pero mantiene una distancia prudente de la insistencia confrontativa de Pablo Moyano.

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