Desde que Elon Musk adquirió Twitter y la bautizó X, la red social que supo ser apreciada por su capacidad de influencia y apertura al debate entre usuarios con diferentes posiciones ideológicas, transformó su dinámica. La polarización política que excede y a la vez se potencia en el espacio virtual, extremó los mensajes de odio. Y ahora, quienes colocan su lupa en la comunicación vía plataformas aseguran que se volvió un ambiente tóxico, que promueve la desinformación e ideas misóginas y racistas. En este marco, emergen nuevas redes que podrían dar competencia al atraer cada vez más usuarios. Es el caso Bluesky, que a diario suma cerca de un millón de nuevas cuentas y que parece captar a los migrantes que, hastiados de la exTwitter, se marchan en busca de experiencias más amables.
La migración de X a Bluesky se produce luego de que Musk apoyó financiera y políticamente a Donald Trump en su camino a la presidencia. De hecho, la baja de las cuentas de medios como The Guardian o La Vanguardia, responde a que el magnate sudafricano será designado a la cabeza del flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental, algo así como el Sturzzenegger de allí.
El interrogante, de cualquier modo, está servido: ¿En qué medida se asegurará una supuesta neutralidad de la red cuando su propietario tiene ideas políticas, económicas y sociales que se encarga de exteriorizar en cada oportunidad? En el mismo sentido: ¿de qué forma la pérdida de la credibilidad de la población en Elon Musk no afectará sus otros negocios?
Lejos frenarse en un conflicto ético, Musk redobla la apuesta y estrena una política controvertida: habilitó que los datos, posteos públicos e información provistos por los usuarios de X sirvan, de aquí en más, para entrenar a Grok, su asistente de Inteligencia Artificial. En este marco de confusiones, el dueño de X no para de dar pasos en falso.
Las malas jugadas del jefe
La periodista especializada en tecnología, Irina Sternik, enumera algunas estrategias fallidas que se desprenden de la desregulación de su red que Musk profundiza desde 2022, cuando se convirtió en propietario de Twitter. “Por un lado, desde que la verificación es paga y se prioriza el contenido bait, ese que actúa como carnada para generar clic y monetizar cuentas, el funcionamiento de la red cambió. A esto se suma que hay poca moderación de contenidos y mucha violencia en línea debido a los trolls, bots y ataques coordinados, lo que generó que muchas personas decidan preservarse e irse”, explica Sternik. Luego, enumera los condimentos de un cóctel explosivo: “Después, el caso Brasil y el triunfo de Trump, más las repercusiones de The Guardian y La Vanguardia, terminaron de hacer lo suyo para que se dieran las bajas masivas de cuentas en estos días”.
Con “el caso Brasil”, Sternik se refiere al conflicto de septiembre cuando X fue suspendida por una orden emitida por Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal, ya que Musk, aparentemente, incumplía leyes locales. El multimillonario dueño también de Starlink y Tesla se había negado a bloquear perfiles difusores de fake news y había retirado a su única representante legal de X en Brasil.
Agustín Espada, investigador del Conicet en el Centro de Industrias Culturales y Espacio Público de la Universidad Nacional de Quilmes, comenta su punto de vista: “Creo que hay muchas personas, muchos usuarios de X que se sienten desencantados con el funcionamiento del algoritmo. Cuando utilizás el feed de modo personalizado y no de modo sincrónico, te muestra mucho contenido políticamente tendencioso hacia derechas o ultraderechas. Al mismo tiempo, muestra contenido sensible y favorece el consumo de discursos ultras”. Lo más natural es que en este marco muchos usuarios no se sientan cómodos con la dinámica que adquirió la red.
Luego, sobre la responsabilidad de Musk, Espada subraya: “Esto claramente tiene que ver con el proyecto político y con la utilización ideológica que hace Musk de la plataforma. Sin embargo, también se relaciona con la búsqueda de transformar a Twitter en un negocio. Entonces, la monetización ordena el debate y los que pagan circulan más y los comentarios de los que pagan se ven más. Como resultado, la esencia de la plataforma se perdió”.
¿El viejo Twitter?
Bluesky fue creada por el antiguo creador de Twitter: Jack Dorsey. Su logo lo deja entrever: el clásico pajarito fue reemplazado por una mariposa que respeta los mismos colores. A principios de septiembre tenía 10 millones de usuarios y ahora son más de 20 millones. En el presente, es una de las aplicaciones de descarga gratuita que lidera la App Store de Apple y la Play Store de Android.
Para Sternik, Bluesky podría ser una buena opción para reemplazar a X: “En principio, porque es una red que empieza de cero y la esperanza de los recién llegados está intacta. El algoritmo no está viciado, aún no hay publicidad y la comunidad puede moderar sin tener que pagar”, asegura. Después, “la sensación de los que migran se relaciona con estar en un terreno amable en el que vuelven a encontrarse con ‘el viejo twitter’, un espacio de intercambio sin polarización, violencia y fake news por todas partes”.
Bluesky plantea ventajas con respecto a su competidora: no incluye anuncios publicitarios, con lo cual promete una usabilidad más dinámica y, al mismo tiempo, posee un enfoque descentralizado; no depende de un servidor central que administra la compañía sino que habilita a los usuarios a alojar sus datos en distintos servidores, lo que redunda en un mayor control sobre la información. Sternik insiste: “Es un proyecto de código abierto que brinda opciones de personalización para usuarios y desarrolladores, con opciones para migrar tu información y una promesa de plataforma federalizada”.
La red de la mariposa se propone recuperar el sentido de comunidad de los usuarios con respecto a la red. Esto la diferencia de X que hoy tiene un propietario que se encarga, en cada oportunidad, de reforzar lo contrario. En X los algoritmos dirigen la atención de las personas y ejercen el control de una red que no representa en nada a su espíritu inicial.
Para informarse mejor
En el libro Nosotros contra ellos, Ernesto Calvo y Natalia Aruguete sintetizan una fórmula que condensa muchos sentidos: “La era de la polarización también es la era de la desinformación”. Para Espada, X afecta al debate público porque “genera que los discursos que circulan y se leen son solamente aquellos que tienen por objetivo dañar al discurso opositor, generar enojo, ira y miedo. Las condiciones del debate público se pauperizan, porque no existe una posibilidad de encontrarse en términos dialógicos con el que piensa distinto”.
Sternik dice: “En el presente, cualquier ‘bando’ publica baits, notas para generar respuestas y un debate que no es transparente”. E ilustra: “Quizás hay gente que está media hora discutiendo una noticia falsa; otra media hora leyendo un hilo de tuits que supuestamente devela la verdadera información y termina siendo una experiencia agotadora y frustrante”.
Aunque a priori tiene muchas potencialidades, Bluesky no la tiene fácil: X, según el propio Musk, posee 250 millones de usuarios diarios. Si bien periódicos de renombre como La Vanguardia de España y The Guardian de Gran Bretaña han anunciado su retiro, la plataforma posee una presencia indudable en la esfera pública. Será cuestión de tiempo advertir si la red de la mariposa puede hacerse un lugar en la arena digital y destronar al antiguo pajarito.
“Creo que estas plataformas no funcionan bien si no hay muchos usuarios. También es verdad que al no pertenecer a ninguna de las Big Tech, hay una posibilidad de que Bluesky emerja como un ámbito más sano y menos intervenido para el debate público”, destaca Espada.
De algo, sin embargo, se puede estar seguro: mucha gente está cansada de lo que sucede con la comunicación en X. Los primeros ya saltaron del barco y se proponen sobrevivir. Habrá que ver, entonces, si el nuevo barco seduce a todos los defraudados.