WASHINGTON.- Hace una década, el vuelo 17 de Malaysia Airlines, que volaba de Ámsterdam a Kuala Lumpur, se estrelló sobre una parte del este de Ucrania controlada por fuerzas respaldadas por Rusia, matando a 298 pasajeros y tripulantes. El Kremlin negó su responsabilidad y formuló varias teorías conspirativas, culpando del accidente a un avión de combate ucraniano o a algún tipo de elaborado complot de la CIA. (Un sitio web ruso llegó a afirmar, extrañamente, que los pasajeros ya estaban muertos cuando el avión despegó). Finalmente, una investigación dirigida por los holandeses demostró que el avión había sido derribado por un sistema de misiles tierra-aire Buk ruso disparado desde la región de Ucrania controlada por Rusia.
La historia pareció repetirse esta semana. El miércoles, el vuelo 8243 de Azerbaijan Airlines, que volaba de Bakú, Azerbaiyán, a Grozni, en la república rusa de Chechenia, se estrelló cerca de Aktau, Kazajistán. De los 67 pasajeros y tripulantes, 38 murieron, y muchos de los 29 supervivientes se encuentran en grave estado.
Los portavoces rusos culparon a una colisión con un pájaro, pero una investigación preliminar azerbaiyana, respaldada por expertos en aviación occidentales y funcionarios estadounidenses, concluyó que lo más probable es que un misil antiaéreo ruso derribara el avión. Los funcionarios azeríes dijeron a los medios locales que no solo el fuego ruso dañó el avión, sino que las autoridades rusas también bloquearon su sistema electrónico y le negaron el permiso para aterrizar, lo que lo obligó a desviarse a través del mar Caspio hacia Kazajistán.
Este sábado, el presidente ruso, Vladimir Putin, pidió disculpas por el “trágico accidente” y reconoció que el sistema antiaéreo ruso estaba activo en el momento en el que la aeronave intentaba aterrizar en Grozni, pero no confirmó si esos misiles habían impactado contra el avión.
Aún debe realizarse una investigación definitiva, y es posible que Rusia no sea la culpable. Pero el Kremlin, dada su historia, no se ha ganado el beneficio de la duda.
De hecho, tiene todo el sentido del mundo que el vuelo 8243 haya sido derribado por las defensas aéreas rusas en un momento en que la región de Grozni estaba siendo atacada por drones ucranianos. Es fácil imaginar a una tripulación de defensa aérea rusa confundiendo el avión civil con un dron y abriendo fuego.
Hay que reconocer que este tipo de accidentes ocurren en tiempos de guerra en todas partes. El domingo, un crucero de misiles guiados estadounidense en el Mar Rojo derribó por error un caza F/A-18 de la Marina de Estados Unidos que probablemente confundió con un dron o un misil hutí (el piloto y un oficial de armas sobrevivieron con heridas menores después de eyectarse). En 1988, un buque de guerra estadounidense que luchaba contra cañoneros iraníes en el Golfo Pérsico derribó un avión de pasajeros iraní que confundió con un avión de combate iraní, matando a 290 personas.
Pero cuando las naciones civilizadas cometen este tipo de delitos, se disculpan y hacen reparaciones. No se niegan a admitir lo que hicieron ni tratan de culpar a alguien más por sus acciones. Sin embargo, ese ha sido el patrón reprensible del Kremlin desde el derribo del vuelo 007 de Korean Air Lines en 1983, lo que hace que sus declaraciones de inocencia en el caso del miércoles sean aún más desestimables.
Además, el accidente de Azerbaijan Airlines debe entenderse en el contexto de una guerra de agresión que el dictador ruso Vladimir Putin lanzó contra Ucrania, mientras pretendía, en beneficio de la opinión interna, que no era nada más que una “operación militar especial”.
Cuando se detectan aviones enemigos (tripulados o no tripulados), el impulso normal de cualquier estado responsable es cerrar los aeropuertos cercanos y desviar todos los vuelos. Ucrania ha ido más allá y ha cerrado todo su espacio aéreo a la aviación civil por temor a que un avión de pasajeros sea derribado por misiles rusos o defensas aéreas ucranianas. Es por eso que los viajeros a Kiev deben emprender un largo viaje en tren desde Polonia.
También se sabe que Rusia ha cerrado temporalmente aeropuertos como resultado de ataques con drones ucranianos, el más reciente el sábado pasado en la ciudad de Kazán, en el sur de Rusia. Pero esos cierres se llevan a cabo sólo a regañadientes porque entran en conflicto con los intentos de Putin de proteger a su población de las consecuencias de su “operación militar especial”. Las autoridades de aviación rusas pueden haber actuado con demasiado celo al seguir la línea oficial del Kremlin cuando no cerraron rápidamente el aeropuerto de Grozni durante el ataque ucraniano del miércoles.
La pregunta ahora es qué hará Occidente al respecto, si es que hace algo. Después del derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines, un tribunal holandés condenó a dos rusos y a un ucraniano prorruso por asesinato y los condenó a cadena perpetua. Pero las condenas fueron puramente simbólicas porque Rusia no entregó a los acusados para que fueran juzgados. Esa terrible tragedia no hizo nada para disuadir a Putin de continuar –y eventualmente intensificar– su agresión contra Ucrania.
Si Rusia derribó el vuelo de Azerbaijan Airlines, no se le puede permitir que escape una vez más a la rendición de cuentas. Y esa rendición de cuentas no debe terminar con unos pocos soldados rusos de bajo rango cuyo destino no preocupará a Putin.
Este es otro argumento, si es que se necesita alguno, para imponer sanciones aún más estrictas a la economía rusa y un mayor apoyo a Ucrania para que resista la agresión rusa. En una medida largamente esperada, el presidente Joe Biden está planeando, según se informa, endurecer las sanciones a la industria energética rusa en los días que le quedan en el cargo. Esto ocurre después de que Biden diera tardíamente permiso a Ucrania para disparar ATACMS (Sistema de Misiles Tácticos del Ejército) proporcionado por Estados Unidos contra objetivos dentro de Rusia, una decisión que el presidente electo Donald Trump ha criticado como “estúpida”.
Si Trump revoca la autorización de Ucrania para utilizar ATACMS y relaja, en lugar de aumentar, las sanciones contra Rusia, estará enviando a Putin una señal de que sus muchas depravaciones, desde derribar aviones inocentes hasta invadir países inocentes, no tendrán consecuencias. Solo haciendo que Rusia pague un alto precio por sus violaciones del derecho internacional podrá Occidente disuadir a Putin de seguir agrediendo.
The Washington Post
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