Periodista. Lic. en Ciencia Política. Máster en Economía y Sociología
Positivo, pero bipolar. Sabiendo que podría ser peor, con un buen final, pero sabiendo que tuvo algunas escenas agridulces que podrían haber sido evitadas. Así se podrá concluir un balance sobre el fin de la película económica de la Argentina versión 2024; un ejercicio que quedará en la memoria como una montaña rusa de emociones cambiarias y financieras y un bombardeo constante de drones teledirigidos sobre los bolsillos criollos.
Positivos.
- Baja del riesgo país. Si bien la elección es siempre discutible y susceptible de subjetividades, para encontrar la mejor variable de 2024 podemos empezar por una sobre la que no se esperaban novedades; pero que termina el año con un sorpresivo guiño positivo. El riesgo país cerró el viernes en los 627 puntos básicos; con lo que, teniendo en cuenta una tasa de interés internacional promedio del 4,5% o 4,24%, si Argentina quisiera acudir a los mercados voluntarios de deuda pagaría una tasa de interés de un dígito. Probablemente entre 9,5% y 9,8%. Muy cara. Carísima. Pero un año antes esa colocación hubiera superado el 30%. El dato es importante para los privados, que ya pueden coquetear con los colocadores de deuda, para emprendimientos de infraestructura, energía, Oil&Gas y futuras privatizaciones, con tasas que podrían rondar en el primer semestre del año el 5% anual.
- Blanqueo. El llamado a regularizar capitales no declarados, que se extenderá hasta abril de 2025, fue un éxito. Superando incluso en calidad al de 2016-2017. Los datos hablan de una primera etapa con bienes confesados por unos US$ 32.151 millones, de los cuales algo más de US$ 20 mil millones permanecen en cuentas en bancos tradicionales, lo que también implica un gesto de confianza en el Gobierno. Proyectado, superaría los US$ 60 mil millones en todo el llamado, con lo que en las cuentas financieras podría haber más de US$ 40 mil millones con cierta disponibilidad crediticia. Surge ahora una tentación: que este dinero se abra a préstamos a particulares y empresas sin capacidad de ingresos en dólares.
- Política cambiaria. Al comienzo del ejercicio, quedaba claro que los industriales concentrados en el mercado interno no confiaban en el éxito de la estabilidad cambiaria de la política de Javier Milei. Fue un hecho confesado por los proveedores de los súper e hipermercados de todo el país, que se encaró el año con una estrategia de descartar un valor del dólar a $ 2 mil (o más) ya en el primer semestre, acelerando el stoqueo de productos finales e insumos indispensables. Sin embargo, algo sorpresivamente, el Gobierno comenzó a controlar la nave desde mediados de año, y luego de llegar a un récord del blue de $ 1.500; desde agosto el valor comenzó a caer durante cuatro meses consecutivos, hasta el piso de los 1.050 pesos del 5 de diciembre pasado. Si bien luego comenzó a crecer, cerrando el viernes en los $ 1.215. Esto implica un alza en el año de un 18,54%, contra una inflación que navegó cerca del 120%. Pocos gobiernos pueden decir que, durante al menos un primer año de gestión, el que apostó al dólar perdió.
- Bonos. Alberto Fernández reestructuró la deuda externa privada voluntaria en octubre de 2020, con Martín Guzmán como ministro de Economía. El Valor Presente Neto de corte de esa deuda fue del 54,8%. Sin embargo, al entregar la banda presidencial, esa gestión cerró su manejo financiero con un valor de esos bonos de menos del 30%. Esos títulos globales y bonares cierran 2024 con un nivel de cotización de piso del 70%, llegando incluso al 80%. El hito del manejo de la deuda pública voluntaria se dará el 9 de enero próximo, cuando el Ministerio de Economía anuncie el pago con fondos propios de los vencimientos de capital e intereses de esa deuda, pagando unos US$ 4.700 millones, cerrando el primer gran compromiso del año (el otro será en julio).
- Acciones. También fue un gran 2024 para las acciones de cotización libre de empresas argentinas, tanto en su aventura en la bolsa de comercio en Buenos Aires como las ADR de cotización en Wall Street. Hubo dos grupos de compañías exitosas. Los bancos con un rush de final de año con alzas que superaron el 30%, en dólares; y, estrellas fulgurantes a nivel internacional, los papeles de las compañías vinculadas a Oil & Gas. Con una acción notable: la de YPF, cuyo valor de mercado pasó de los US$ 6 mil millones a los aproximadamente US$ 17.500 millones de cotización a la semana anterior. Supera en la performance a los dos grandes actores mundiales de 2025, el bitcoin y Tesla, que crecieron entre el 70% y el 80%. Menos que la petrolera argentina.
- Vaca Muerta. Tuvo su año de despegue. En 2023 el sector energético argentino, fundamentalmente por el efecto de la importación de gas, llegó a diciembre con un déficit de unos US$ 4 mil millones. Este 2025 la balanza cambió y llegó a un azul de unos US$ 5 mil millones. Un cambio de unos US$ 9 mil millones. A favor. El 2025 será aún mejor, y se estima que la cifra superará los US$ 10 mil millones.
- Superavits gemelos. Para una conclusión correcta, y para medir sus efectos positivos en la economía, el ahorro entre gasto y recaudación y el saldo positivo entre exportaciones e importaciones debe tomarse de manera conjunta. Ambas variables deben ir en conjunto y, si se puede, en espejo. En el caso del superávit fiscal, el primario llegará seguramente al 2,1% mientras que el financiero (luego del pago de la deuda) podría ubicarse en el 0,4%. Si se tiene en cuenta que 2023 terminó con un déficit del 3% del PBI, y que cada punto del Producto son 5 mil millones de dólares, el ajuste primario alcanzó los US$ 25 mil millones. Histórico. La balanza comercial llegará a los US$ 15 mil millones. No tener que endeudarse para cubrir un déficit y poder contar con dólares líquidos contantes y sonantes y frescos es la clave del primer paso de una macro equilibrada.
- Sectores vencedores. Hay rubros en la economía que tuvieron un muy buen año. El campo comparó un 2024 con un 2023 de feroz sequía. Pese a los precios internacionales de las commodities en baja, la conclusión anual fue positiva. También tuvieron un año de expansión la refinación de petróleo, la minería, la pesca y los rubros vinculados a estos.
Lograron el empate.
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- Inflación. Si bien Javier Milei logró reducir la inflación de manera dramática, con un inicio del 25, 5% a un nivel de alza de los precios generalizados de la economía con un 2 por delante, aun no es un porcentaje de éxito. De hecho, es un nivel que también vivió en algún mes Alberto Fernández. Y, se sabe, quedaron pendientes varios puntos de reducción de subsidios a los servicios y tarifas públicas, porque la inflación respondía al alza. Para 2025 queda el desafío de comenzar a contabilizar meses con un 1 por delante. Confía el Gobierno que esa meta se logrará en el segundo trimestre del año, y que 2025 cerrará con menos del 24% final.
- Alimentos y bebidas, y automotrices. Se trata de dos rubros industriales que mostraron un arranque de 2025 para el olvido, con caídas en la productividad de dos dígitos y capacidad instalada en uso al 20%. Esto incluyó consultas tenues a buscadores de compradores internacionales, en varias empresas tradicionales. Y la salida definitiva de alguna compañía multinacional concentrada en el mercado de consumo masivo como P&G, adquirida por Newsan, grupo en pleno proceso de multiplicación de rubros de negocios.
En rojo.
- Construcción. La suspensión total de la obra pública y un sector privado que no pudo reaccionar a un primer trimestre para el olvido, la puesta a punto de los costos a un dólar especulativo de 2 mil pesos y la falta de créditos hicieron que, probablemente, este sector sea el que más sufrió la depresión de los primeros seis meses del año. Pero, además, es el rubro que menor nivel de reacción mostró en el segundo, permaneciendo gran parte del período julio- diciembre en caídas de dos dígitos, con peligrosas cercanías al 20% interanual, lo que lo convierte en el rubro de mayor pérdida en el año. Sin vistas a una reactivación de la obra pública, todo dependerá de la iniciativa privada. El principal problema para esta reacción es el costo de la construcción a US$ 1.200 el metro cuadrado, cuando para la industria debería ubicarse por debajo de los 800 dólares. En consecuencia, no se esperan grandes reacciones para el primer semestre de 2025.
- Comercio. Si bien en diciembre hubo algún tipo de mejora, durante los primeros once meses de 2024 el comercio en sus versiones minoristas y mayoristas languideció con caídas de dos dígitos. La recesión, el asedio al poder adquisitivo de la clase media y el aumento de los costos familiarias atentaron contra el mercado interno. Para peor, durante gran parte de 2024, la comparación contra 2023 sufrió la competencia desleal de la relación con los efectos del “plan platita” de 2023, y la suba artificial del poder de compra del público a base de dinero emitido para fortalecer la campaña electoral del entonces oficialismo. Siguiendo el razonamiento, la buena noticia es que desde diciembre la comparación interanual se hará contra tiempos de ajuste, ya libertario.
- Industria. Salvo el rubro de la metalmecánica y otros subsectores vinculados con la actividad petrolera y energética, la industria en general sufrió un 2024 para el olvido. Con consecuencias sobre el empleo que se verán hasta bien entrado 2025. Sectores como textiles, fabricación de muebles, máquinas y bienes de capital, y la suderurgia y metalurgia, están en terapia intensiva, con pronóstico de subsistencia reservada. Para peor, a fin de año llegaron efectos exógenos que pueden ser el tiro de gracia. Justo cuando el debate se concentraba en la competitividad injusta contra las importaciones chinas, Brasil completó un proceso devaluatorio que llevó al real a perder casi un 20% en un mes y un 27% en el año. Demasiado para un rubro que está lejos de la mirada comprensiva de los libertarios en el poder.