El mercado de la inteligencia artificial (IA) abarca una amplia gama de aplicaciones, como el reconocimiento de voz, el procesamiento de imágenes y los vehículos autónomos. Incluye software, hardware y servicios que permiten a las organizaciones desarrollar e implementar aplicaciones de IA.
Experimentó un rápido crecimiento en los últimos años gracias a los avances tecnológicos y al aumento de la inversión. Se proyecta que el tamaño del mercado de IA alcance los US$244.220 millones en 2025, pero lo que más llama la atención es su tasa de crecimiento: 27% anual hasta 2030, lo que resultará en un volumen de mercado de US$1 billón en 2031.
El mercado. Los consumidores buscan cada vez más productos y servicios basados en IA, como asistentes virtuales y chatbots, para agilizar sus tareas diarias y mejorar su experiencia general. Esta tendencia se debe a una transición hacia la comodidad y la eficiencia, así como a una creciente dependencia de la tecnología en nuestra vida diaria y también por el deseo de obtener información y una toma de decisiones basadas en datos, capitalizando la enorme cantidad de datos disponibles en la era digital.
Lo concreto es que la IA ya forma parte de nuestra vida cotidiana, desde lo que vemos y escuchamos hasta lo que compartimos. Las imágenes generadas por IA, que se viralizan como retratos estilo Ghibli o perros humanizados, parecen inofensivas, pero tienen un costo oculto: según la Universidad de Copenhague (2023), una sola imagen puede consumir hasta 20 veces más energía que una búsqueda en Google. Mientras su uso crece, la paradoja es evidente: la IA despierta entusiasmo, juego y eficiencia en ciertas tareas, pero también genera inquietud y en América Latina, esta tensión se refleja de manera particular.
Según datos del último TRENDLAB de la consultora Youniversal, el 72% de los consumidores de la región reconoce que la IA impactará su vida en los próximos años y el 53% se siente preocupado o confundido frente a este impacto. Un poco en broma y un poco en serio, en los grupos y entrevistas la gente expresa pedirle a la AI las cosas con un “por favor y gracias”, en parte porque es una costumbre de interfaz con otros y en parte para “estar en buenos términos” con la AI, en caso de que a futuro “nos domine”. Como siempre, detrás de un chiste, puede haber una verdad o un temor.
Al hablar con los consumidores respecto de cuáles son los impactos que imaginan, el primer temor es más “egoísta” y tiene que ver con el miedo a ser reemplazados o a tener peores condiciones de trabajo (72%). En bastante menor medida, un 36% tema a la manipulación de información (noticias falsas) y la pérdida del control humano sobre decisiones clave. Por último y en menor medida aún, aparece una preocupación ética creciente sobre el sesgo algorítmico y el uso de datos personales sin consentimiento, con un 22%. En este último punto, los temores tienen que ver con la pérdida de autonomía en el sentido de que “deepfakes” hasta IA replican prejuicios sociales, y entonces el temor no es sólo a lo que la IA hace, sino a quién la programa… y con qué fines.
Las redes. También se reconoce que no todos tienen el mismo nivel de conectividad, dispositivos, alfabetización digital o conocimientos técnicos, por lo que la AI corre el riesgo de reforzar la brecha entre quienes pueden aprovecharla y quienes quedan afuera, una situación crítica para América Latina y sus brechas estructurales.
Como compensación de esos temores y factores estructurales, lo que más rescatan los consumidores de la región en relación con la AI es su poder de diagnóstico en medicina y su poder de ser un copiloto inteligente trabajando en conjunto con humanos para aportar eficiencia, poder de sacar patrones y rapidez a procesos, pero sumando a la calidez, empatía y trato humano, factores en los que, por el momento, consideran que las personas superamos a las máquinas.
Aunque surgen capacitaciones para aprender a “promptear”, la percepción general es que la IA ya forma parte del presente y lo estará aún más. En América Latina, su adopción crece sobre todo en entornos lúdicos y creativos, y también como asistente en la vida diaria: desde planificar un viaje hasta cocinar con lo que hay en la heladera. Al consumir, muchos la usan para comparar productos caros como autos o celulares, o interactúan con bots de marcas, aunque menos del 50% siente que estos resuelven bien sus consultas. También se está usando para hacer traducciones automáticas
La IA gana popularidad entre jóvenes de 15 a 30 años, nativos digitales que experimentan con filtros, generadores de contenido y herramientas visuales. Es común en plataformas como TikTok, Instagram o Reddit, donde se integra en desafíos y narrativas híper personalizados. También la adoptan creadores, influencers y diseñadores para producir contenido o agilizar procesos creativos. En contraste, su uso es menor entre mujeres, personas mayores y sectores con baja conectividad, marcando una brecha digital generacional y de género.
América Latina no solo consume IA, también la crea, la adapta y la reinventa con identidad propia. Con talento técnico y creativo, la región tiene el potencial de exportar soluciones inclusivas y culturalmente relevantes. Pero para lograrlo, no debe pensarse únicamente como algo que llega a la región, sino como una oportunidad para exportar soluciones con mirada latinoamericana: ética, creativa y sensible a nuestras particularidades culturales.
Entender los temores y contradicciones que una nueva tecnología despierta es la condición para que pueda avanzar de forma inclusiva, sustentable y humanamente relevante. En una región que combina talento, desigualdad y resiliencia, construir una relación justa con la inteligencia artificial será uno de los mayores desafíos y oportunidades.
Para las marcas, la IA representa un doble desafío: comunicar su uso de forma ética y accesible y aprovechar su potencial para crear experiencias personalizadas e inclusivas, cerrando brechas digitales en la región.
*Ximena Díaz Alarcón es directora de Youniversal, consultora de investigación y tendencias.
por Ximena Díaz Alarcón