En la saga de la búsqueda de una agricultura “más liviana”, cobran nueva vida varios conceptos tecnológicos de extraordinario potencial. Vamos a reseñar lo que está ocurriendo con tres de ellos: los “microsilos”, la “microgota” y los cabezales stripper. Son nuevos desarrollos que se están abriendo paso a toda velocidad.
Los microsilos son el nuevo nombre del “silopac”, el sistema de henolaje que tuvo su auge en los ’90. Consistía en hacer rotofardos con el forraje húmedo (50% de materia seca) y lograr la fermentación anaeróbica envasándolos al vacío con film de polietileno stretch. Tenía enormes ventajas sobre el sistema de henificación, donde se enrollaba el pasto seco. Había grandes riesgos de que se produjeran pérdidas enormes durante la espera entre el corte y el enfardado. A esto se sumaban las pérdidas de hojas durante la operación, y luego las que ocurrían al dejarlos a la intemperie.
Quien impulsa el sistema ahora es Yomel, proveyendo rotoenfardadoras que hacen los rollos y los empaquetan en un solo paso. En estos días, una empresa que se abre paso con mucha innovación (Alfalfa Arrecifes) está aprovechando otra ventaja del sistema: la posibilidad de comercializar forraje ensilado, lo que no es viable con el silo de picado fino. A través de la red X contaron que están despachando microsilos de raigrás a un tambo con vacas de 41 litros diarios.
La “microgota” son los atomizadores rotativos, que abrieron paso a las aplicaciones de agroquímicos en ultra bajo volumen con equipos terrestres. El Control Dropplet Application (CDA) ahora toma vuelo de la mano de los drones DJI. La gota se forma por fuerza centrífuga, generada por un disco giratorio de diseño especial, y no por hacer pasar el caldo por una boquilla, a presión. Entonces se obtiene el tamaño de gota ideal para cada tratamiento: se evitan las muy pequeñas (deriva) y las demasiado grandes. Son la base de la calidad de tratamiento de los drones, que con su baja barrera de acceso están poniendo en jaque a los “mosquitos”.
Los cabezales de cosecha “stripper”, por su parte, extraen los granos sin necesidad de cortar el cultivo. La trilla se hace en el cabezal y prácticamente no ingresa otro material a la máquina. El sistema estaba limitado por el peso, pero con el empleo de fibra de carbono se pudo rediseñar y aumentar el ancho de labor.
En un programa de AgroTV, Diego Peydro entrevistó a Juan Zenón, responsable técnico de arroz de Adecoagro. Es la principal productora de Argentina y, posiblemente, del mundo, con 65.000 hectáreas de arroz en la última campaña. Zenón dijo en la nota que tras años de desarrollo conjunto, colocaron los strippers G-FAS en sus 13 cosechadoras y en varias de sus contratistas. “Se duplica la capacidad de trabajo, bajando el consumo a la mitad y con niveles de pérdida similares a la cosecha con cabezales convencionales”. Para Zenón es muy importante la oportunidad de cosecha: contando con más capacidad, se puede recoger el arroz con el punto óptimo de humedad, reduciendo las pérdidas por quebrado.
En la cosecha de cebada y trigo, el beneficio no es solo el incremento de la velocidad de trabajo y, en consecuencia, la productividad para el contratista y la baja del consumo de gasoil. Francisco García Mansilla incorporó uno de 42 pies con la idea de adelantar la cosecha y sembrar antes la soja de segunda. Y al mismo tiempo, mejorar la calidad de siembra. En plena cuenca del Salado, logró trigo de 70 quintales seguidos por soja de 28 quintales, a pesar de que no llovió nada desde la implantación (18 de diciembre) hasta mediados de febrero. Los resultados completos se exhibirán en el próximo congreso de AAPRESID, bajo la idea de que la siembra directa arranca en la cosecha. El rastrojo en pie es la clave.
Todos estos desarrollos se apoyan en la misma base conceptual: eficiencia económica y menor impacto ambiental. Es lo que caracteriza a la agricultura argentina, que busca sus propios caminos.