miércoles, 10 septiembre, 2025
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Sin Plan B

“Más de lo mismo”. En las 48 horas posteriores a la contundente derrota en la provincia de Buenos Aires, el Gobierno exhibió una reacción superficial de entender, supuestamente, el mensaje de las urnas. Lo admitió un funcionario en el textual inicial.
El propio Javier Milei había dado señales al respecto en su ubicuo discurso del domingo a la noche en Gonnet, cuando sin mayores excusas aceptó la paliza electoral que le propinó el peronismo.

Allí prometió hacer los cambios políticos necesarios para torcer la suerte oficialista, con vistas a los comicios legislativos nacionales de octubre, pero sin modificar el rumbo económico, piedra basal de su gestión.

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Desde entonces, los gestos presidenciales lucieron triviales. La multiplicación de las reuniones de Gabinete, el armado de mesas políticas con los mismos funcionarios y dirigentes con los que ya contaba y la convocatoria a gobernadores aliados.

Esas movidas gozan de robustas contradicciones. En la “nueva” mesa política, es el Presidente el que la lidera, no la hermanísima Karina, cada vez más cuestionada puertas adentro. Se habilita el regreso del asesor Santiago Caputo, pero se mantiene la silla de Martín Menem, el presidente de la Cámara de Diputados, uno de los apuntados del karinismo.

Lo mismo sobre los gobernadores. Salvo con quienes hay una sociedad electoral en octubre (Mendoza, Entre Ríos), el resto de los mandatarios dialoguistas ven nocivo acercarse al Gobierno en este momento. Varios de ellos rechazaron públicamente cualquier convite, como el salteño Gustavo Sáenz: “Me pusieron candidatos que me destrozan y me dicen barbaridades y después pretenden que yo vaya a acompañar”.

El absurdo avanza. Porque a la par que la Casa Rosada pretende revalidar con algunas provincias apoyos legislativos, al mismo tiempo reafirma que vetará leyes sensibles que obtuvieron amplias mayorías en el Congreso, como las de Discapacidad, Garrahan y, sobre todo, el reparto de ATN que impulsaron todos los gobernadores.

Las señales de incoherencia también agitaron peor la fogosa interna oficial. Frente al presunto empoderamiento del asesorísimo Caputo, el Gobierno ratificó que mantiene en sus funciones a dos de sus “enemigos”, los karinistas Eduardo ‘Lule’ Menem y Sebastián Pareja, presidente de LLA bonaerense y su jefe de campaña.

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En el caputismo se interpretó además casi como una provocación que a la mesa política provincial se invitara a Maximiliano Bondarenko, el perdidoso candidato libertario en la tercera sección que el lunes explicó por radio que uno de los motivos de los resultados fue la situación económica: “Mi mamá jubilada no llega a fin de mes”. La jauría digital del asesorísimo, que ya viene exacerbada desde hace semanas, lo masacró. Ni hablar cuando lo vieron reingresar ayer martes a la Rosada.

Integrantes del elenco gubernamental observan con preocupación no sólo el alcance de estas cruentas disputas intestinas, sino también el nivel de respuestas ante la crisis que brinda el Presidente.

Resulta curioso para varios de ellos esta suerte de movimientos mínimos, aunque grandilocuentes, para que en realidad nada cambie. Sobre todo viniendo de una administración que batió récords en el despido de funcionarios importantes.

Allí dentro, se especula buenamente con que Milei no quiere poner en evidencia a su hermana Karina, si desplazara a algún Menem o a Pareja, como pretende Caputo. Ya nos hemos referido aquí varias veces al vínculo simbiótico del Presidente con la hermanísima.

Existe otra lógica interna para entender esta dinámica. Marca que Milei prefiere exponerse a un mal resultado en las urnas que alterar su hoja de ruta. “Morir con las botas puestas”, como ejemplifica alguien de su cercanía. Sin Plan B, sería.

Para el Presidente, esa idea puede ser motivo de orgullo. Para el Gobierno, un peligro.

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