El revuelo comenzó cuando Ángel de Brito sorprendió a Fabiola Yáñez con una propuesta inesperada durante una entrevista mano a mano para LAM. El conductor de América quiso saber si la ex primera dama estaría dispuesta a sumarse a su panel, una invitación que la tomó por sorpresa y que dejó flotando un clima de suspenso sobre su futuro mediático.
Apenas escuchó la oferta, ella respondió con mesura. “No lo sé”, soltó, sin cerrar la puerta del todo. De Brito, rápido para leer el aire, insistió con elegancia televisiva y le recordó su experiencia pasada frente a cámara. La actriz, algo incómoda pero sin perder la compostura, volvió a dejar en claro que la decisión no es tan simple como podría parecer desde afuera.
En ese ida y vuelta, Yáñez reconoció que ya había tenido un paso previo por un programa antes, aunque su análisis actual de la exposición mediática es distinto. El recuerdo de aquella experiencia hizo que se debatiera entre el atractivo de la televisión y la carga pública que inevitablemente arrastra desde su antiguo rol institucional.
El conductor quiso saber si, más allá del contexto, la idea de volver a la pantalla chica era algo que realmente la seducía. Ella, sin esquivar el tema, planteó que su principal duda pasa por el nivel de exposición. No se trata —según dejó entrever— de un rechazo a la televisión en sí misma, sino al ruido que podría reactivarse alrededor cada vez que aparezca en un estudio.
EL DESEO DE FABIOLA YÁÑEZ
En medio de ese análisis, la ex compañera de Alberto Fernández admitió que la televisión le resulta atractiva, pero la posibilidad de revivir polémicas del pasado actúa como un freno inevitable. La tensión entre el deseo profesional y la prudencia parece ser hoy su mayor dilema.
Finalmente, dejó clara su verdadera inclinación artística, sin vueltas. “A mí me gusta la actuación. Estudié y me formé durante ocho años porque siempre quise ser actriz”, aseguró, cerrando la charla con una definición que, más que una respuesta televisiva, sonó a declaración de principios.
