viernes, 27 diciembre, 2024
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Gustavo Marrone: un arte sobre consignas que no carece de humor

La singular exposición, curada por Roberto Amigo, se titula «Al margen lleno de dudas» (en alusión a debates de los 90 en el Centro Cultural Rojas), y se presenta en la Colección Amalita del Museo Fortabat.

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Un sector de la exposición «Al margen lleno de dudas», de Gustavo Marrone.

En la Colección Amalita del Museo Fortabat, el artista Gustavo Marrone (1962) presenta la exhibición “Al margen lleno de dudas”. Dedicada a rescatar el poder de la palabra y curada por Roberto Amigo, la muestra entabla estrecha relación con la vida de Marrone. “En el inicio de este siglo, radicado en Barcelona, resolvió darle centralidad visual a un elemento presente en su obra, la palabra como imagen, y desplazar la omnipresencia de la representación del cuerpo desde los ochenta”, observa Amigo.

El título de la muestra es una abierta referencia a las ya célebres jornadas de discusión del Centro Cultural Rojas denominadas, primero, “Al margen de toda duda: pintura”, y, después, “¿Al margen de toda duda?”. Los debates entablados en el Rojas en 1993, tuvieron lugar mientras Marrone estaba “al margen”, en Barcelona. Mucho se ha escrito sobre el tema que hoy es motivo de estudio. Allí estaban los partidarios de una pintura de gestos intensos, con carácter expresivo, apasionado y por momentos, doliente.

La protagonista más importante era Marcia Schvartz, acaso la mayor defensora de la pintura hasta hoy. Por otro lado, en el CC Rojas, Jorge Gumier Maier enfrentaba a los pintores con un arte considerado «light» y «sin sentido» dedicado a «lo insignificante». Los ecos de estos debates llegaron a Barcelona. Y en la trayectoria de Marrone figuran algunas exhibiciones junto a los exponentes de la pintura y también del arte sin contenido, como Cristina Schiavi. “Ante aquellas certezas contrapuestas, Marrone ha sido constante en elegir la inestabilidad entre el sentido y la razón en la construcción de las imágenes”, señala Roberto Amigo.

Si bien Marrone residió en Barcelona entre los años 1988 y 2011, nunca fue un desconocido. Su identidad resultaba familiar para la gente del mundo del arte gracias al expresivo retrato que en 1988 pintó Marcia Schvartz y que hasta hoy exhibe el Museo Nacional de Bellas Artes. Cómodamente sentado en un viejo sillón en medio de su taller, el artista viste una camisa azul claro y un traje oscuro, las medias blancas se destacan en la pintura y le brindan una estudiada elegancia. El rostro moreno y anguloso no resulta fácil de olvidar. Y en el comienzo de la muestra del Fortabat, como si a Marrone le costara cumplir con la premisa de privilegiar la palabra, se autorretrata. “Con los ojos cerrados” se llama el personaje que se refriega los ojos como si le ardieran y, sobre él, hay un cartel donde se lee: “Veo demasiado”.

Marrone cuenta que siempre se sintió “un artista en tránsito” y despierta la curiosidad del espectador cuando se aproxima al tema. Algunos textos están calados sobre paños negros con fondos negros que dificultan la lectura. Luego de esforzar la vista y leer: “¿Alguien puede haber salido por esa puerta? “, se percibe que dicho interrogante lejos de facilitar la comprensión de una idea, la complejiza. Hay otros textos pintados sobre diversos formatos y soportes que, por lo general, ostentan un alto grado de humor. Un buen ejemplo es “Ideológicamente inestable” o “Cuando se pueda triunfaremos”.

Y allí está una serie de afiches de las importantes residencias Quam. La Quincena de Arte Montesquieu de Barcelona, vinculada con Latinoamérica porque la impulsó Balmes, un exiliado durante la dictadura de Pinochet. A su lado y sobre el piso, más de un centenar de revistas “Ciudad nueva” dibujan un colorido rectángulo. Pero más allá del color y las imágenes, para el artista cuentan los titulares, el sentido de las palabras, mayormente estimulantes. “Educar es crear” o “Fabricar otro modelo”.

La cultura humanística ha confiado a través del tiempo en el poder de la palabra, y en particular el de la palabra escrita y leída. Las bibliotecas se han percibido como el cerebro o la conciencia de nuestra civilización, reservorios de las palabras. La gracia de la muestra de Marrone reside en los lazos que establece el saber universal con su propia historia. El curador señala que los textos “proceden de fuentes diversas, pero principalmente de las páginas de contactos sociales gay, declaraciones de políticos, portadas de medios o de la inventiva del artista”. Así, subraya que desde el momento de la selección advierte una mirada irónica. Y agrega: “Marrone afirma la crisis de la contigüidad entre verdad-imagen-palabra”.

Acaso en esta búsqueda “opta por una decisión: silenciar el color. Tal vez, con ello, también el goce”. La privación del goce que procura el color para un artista visual, invita a cotejar ese sentimiento con el que describe Marcelo Cohen refiriéndose al poeta Philip Larkin. Cohen habla sobre la teoría que afirma que la visión aristocratizante de la cultura “empujó a Pound al mesianismo y la admiración por Mussolini” y, de este modo, aclara que, en realidad, “Larkin creía con más cautela que, cuando el poeta pierde contacto con los buscadores de placer literario, ha perdido el único público que vale la pena”.

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