Mi primer contacto es muy famoso: yo entré en el Teatro Colón y me puse a llorar” dice Zoe Zeniodi, la directora orquestal griega que posee décadas de carrera y que hoy es la batuta titular de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Zeniodi posee un sentido fuera de la norma del candor y de la genialidad: ha colaborado con la LA Lyric Opera de Chicago, la Ópera de Queens, la Ópera de Nueva Zelanda, la Florida Grand Ópera, la Orquesta Philharmonia, la Orquesta de París, la Orquesta de Cámara de París y la Orquesta de Castilla, entre otras. Ha estado al frente de orquestas como la Auckland Philarmonia, la Sinfónica de Queensland, la Orquesta Nacional de Colombia, la Filarmónica de Bogotá, la Sinfónica de Palm Beach, la Filarmónica de Brno y la Orquesta Nacional de Vietnam. La lista es gigante y aún así, Zeniodi cuenta de aquel encuentro: “Lo he contado a todo el público del Colón en mi primer concierto. El Colón tiene una energía que es muy difícil de explicar. Fue muy impresionante la manera en que sentí la energía de un teatro. Ha pasado por ahí tanta gente, tantos nombres, tantos bailarines, tantos directores de orquesta, tantos músicos. Es un templo de arte fenomenal. Entonces, entré en el escenario y empecé a llorar y eso no ha pasado nunca en mi vida, en ningún teatro.
—¿Qué hizo que se genere esa sensación en vos?,¿qué sospechás?
—No era ninguna creación, ni consumo previo de material del Colón. Sabía, claro, que el Colón era un teatro grande. Fue una sorpresa total para mí esa emoción. Claro que sabía del mismo, por mi trabajo, por ser griega, porque María Callas cantó ahí, sabía de la grandeza del lugar. Pero no tenía ninguna relación antes de mi primer concierto, cuando me invitó por primera vez la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Estaba en el hotel enfrente, y lo veía. Pero nunca sospeché que iba a sentir esa sensación, sentía que me hablaban las butacas. No son metafísica o nada. Lo digo de verdad. Sentí toda la energía, todo el aura de la historia del Colón. Me enamoré apenas pusé un pie en el Colón. Era tan grande la sensación.
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—¿Qué te conmueve de tu trabajo como directora de orquesta?
—La sensación de sentirme viva, sensación de inspiración y conexión que me da el contacto con la música. Me siento muy afortunada que ésta sea mi vida, que mi vida es arte. Y no porque es algo bello, si no porque es algo importante. Es algo que te concentra, que por supuesto es bello, pero que es muy importante para uno y también para el público. Cuando me siento sola a estudiar con una partitura, me siento muy especial. entre un mundo que es mío y el compositor, y los músicos; puedo crear la música, puedo crear la sensación de música, puedo escucharla, puedo ver su forma y su arquitectura, y los colores. Todo está dentro de mi cabeza y de mi cuerpo: eso es algo del director, que es algo muy holístico, porque usas el cuerpo, el alma si existe y el cerebro. Poder analizar, y después de analizar,y después ponerlo todo junto para crear la obra con una interpretación que estará siempre lo más cerca posible del compositor. Este mundo en soledad es fenomenal.
—¿Qué cambia cuando eso sale al mundo?
—El contacto con los seres humanos, con esa energía que va y viene: lo importante es crear un tiempo y un espacio, para los músicos, pero también para el público. Siempre elevar el nivel de la música que tocamos: ser libres en su trabajo, poder expresar todo lo que sienten con libertad y con la dirección y la misma libertad que el director puede hacer. Para hacer arte en un nivel altísimo. Disfruto este contacto con la gente y poder crear todos juntos. Entender la música, ser capaz de escuchar una bella línea de flauta, algo natural dentro de la sinfonía: es importante poder aceptar este sonido y después crear la obra, todos juntos. El trabajo de un director es compartir la música, compartir el arte todos juntos. Es para mí una de las cosas más importantes. Eso es lo que disfruto y quiero seguir.
—¿Es difícil llegar a la honestidad?
—Para mí no es difícil. Pero sí veo que en el mundo del arte en este momento, en la industria del arte en este momento, todo va mucho dentro de las redes sociales, de la fuerza de la imágenes para hacerse presente en su trabajo. En el momento en que alguien hace su trabajo de verdad, debe ser honesto, y eso se ve muy rápido. Es como estar en una góndola de mercado: te das cuenta si algo no funciona bien. Todos saben si alguien es honesto o no en el arte, porque la música es tan grande, que quita todos los filtras: quedas desnudo, estás en el centro de tu existencia. Para dejar la música pasar por tu cuerpo, debes tenes un nivel de honestidad que permita ver esa libertad a todos.
—¿Ha cambiado el público que hoy asiste a la música académica durante tu carrera?
—Todos hablan de problemas de público, y problemas sobre cómo el público joven no viene a conciertos. La música clásica ha demostrado que todavía está viva después de 500 años. Estamos hablando de formas de música que vamos a perder, formas que no vivirán o han vivido más que algunas décadas. Lo clásico está vivo, porque todavía suena. El público ha cambiado un poco, porque hoy son otros los consumos, consumos más rápidos, todos necesitan hacer cosas rápidas. Todos quieren fragmentos, trozos, cosas pequeñas. Eso está bien, es esta época. Pero necesitamos entender que hay historias largas, que no hemos llegado aquí con una autonomía. Y eso aparece enseguida con el público, no es necesario hacer pop (por supuesto puedes hacerlo para llevar más gente). Lo importante es ser honesto, que vengan a ver piezas contemporanéas, de compositores que están aquí con nosotros, si podemos cambiar el estilo con el cual hablamos al público. Podemos explicar porqué estamos aquí y que estamos haciendo. Estar cerca de la época es importante, ser relevante. Es mi meta en todo lo que estoy haciendo, ser relevante en la cultura de la Ciudad de Buenos Aires, compartir el arte con más gente. Van a ver nuevos programas, piezas clásicas, vistas de nuevas maneras.
—¿Qué implica este nuevo rol en el Colón y cómo ves el futuro dentro de la institución?
—Estoy entusiasmada: estoy feliz, estoy contenta. Primero por la confianza que me ha dado la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Después de evaluarlo tanto tiempo, y la química entre nosotros era tan fuerte, tan poderosa, que me ofrecieron este puesto. Agradezco mucho la confianza de Gerardo Grieco, de Gabriela Ricardes, la ministra de Cultura. La calidad de los músicos de la Orquesta Filarmónica es excepcional. Vamos a trabajar con un muy alto nivel y la cosa más importante para mí es hacer esta orquesta excepcional, todavía más. Pero también queremos que salga a la Ciudad, que vaya a lugares diferentes. Elevar el nivel, tener excelencia artística, convocar a los mejores músicos, ésta es la orquesta más importante de Argentina. Yo sé qué necesito hacer para elevar el nivel, pero mi rol no es tanto de guía o líder, si no dirigir y ser parte del equipo general para llevar la música a todos lados, queremos ser relevantes para nuestra época, queremos ofrecer cosas a la Ciudad y a su cultura a Buenos Aires en este momento. Además de nuestro público fiel, quiero invitar a nuestro público joven, a quienes nunca vinieron, a que vean esta nueva etapa.