La búsqueda de la felicidad es un anhelo universal que ha desvelado a filósofos y científicos por igual. La ciencia ha demostrado que factores internos, como la química cerebral, desempeñan un papel crucial en el bienestar.
Un sencillo hábito, como el contacto físico, puede ser clave para alcanzar este estado, gracias a su capacidad para influir en las hormonas relacionadas con el placer y la alegría. Abrazar, por ejemplo, no solo mejora el ánimo, sino que también puede alargar la vida.
El bienestar emocional está profundamente ligado a neurotransmisores como la serotonina, la dopamina, las endorfinas y la oxitocina, conocidas como hormonas de la felicidad.
Estas sustancias se liberan cuando experimentamos alegría o placer, generando sensaciones de calma y conexión emocional. En contraposición, el cortisol, asociado al estrés, puede afectar negativamente tanto al estado de ánimo como a la salud física.
Diversos Estudios demostraron que pequeños gestos diarios, como abrazar, pueden aumentar los niveles de estas hormonas, ayudando a reducir el estrés y mejorando la calidad de vida.
El contacto físico, como los abrazos, las caricias y los masajes, cumple una función biológica esencial en los seres humanos.
Desde el nacimiento, el contacto piel con piel ayuda a estabilizar la salud de los recién nacidos, incrementando su supervivencia, según investigaciones realizadas en hospitales de diferentes países.
Este contacto también fortalece el vínculo entre la madre y el bebé, y en la infancia, fomenta una autoestima sólida. La falta de contacto físico, evidenciada durante la pandemia de COVID-19, se asoció con un aumento en los niveles de estrés y problemas de salud mental en adultos.
Diversos estudios analizaron el impacto de los abrazos en la salud. Una investigación de la Universidad de California mostró que recibir abrazos regularmente reduce la liberación de cortisol al despertar, una señal de menor estrés diario.
Asimismo, investigadores de la Universidad Carnegie Mellon concluyeron que abrazarse después de un conflicto no solo mejora el estado de ánimo, sino que facilita la reconciliación y el fortalecimiento de las relaciones.
Otros beneficios incluyen el alivio del sufrimiento psicológico, debido a la liberación de endorfinas en las áreas cerebrales asociadas con la percepción del dolor.
Este hallazgo fue respaldado por estudios de la Universidad de Oxford, donde se observó que un simple roce en la espalda puede activar neuronas específicas, generando sensación de calma y conexión.
La ciencia también exploró cómo debe ser el abrazo para generar los mayores beneficios. Según un estudio publicado en Acta Psychologica, los abrazos más placenteros son aquellos que duran entre 5 y 10 segundos, con una presión moderada y brazos cruzados.
El contacto físico promueve la felicidad y también contribuye a una vida más larga y saludable. Según un estudio canadiense, las personas mayores de 65 años que recibieron abrazos con frecuencia reportaron mejores niveles de salud general.
Además, abrazar fortalece el sistema inmunitario, disminuyendo la probabilidad de desarrollar enfermedades como la gripe.
La conexión emocional que generan los abrazos también se traduce en mejores relaciones sociales. El estudio sobre desarrollo adulto de la Universidad de Harvard, el más extenso sobre felicidad, identificó que las relaciones de calidad son esenciales para una vida plena.
Abrazarse fomenta gratitud, cooperación y generosidad, valores claves para el bienestar colectivo.
La oxitocina, liberada al abrazar, potencia la confianza y reduce la ansiedad, fortaleciendo los vínculos afectivos. Las endorfinas mejoran el humor y alivian el dolor, mientras que la serotonina favorece la paciencia y la autoestima. Este equilibrio hormonal no solo transforma el momento del abrazo, sino que sus efectos perduran durante horas e incluso días.