domingo, 12 enero, 2025
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El malentendido (II)

Sigue de ayer: El Malentendido (I)

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Si fuera correcta la tesis en Tecnofeudalismo, el sigiloso sucesor del capitalismo, el libro de Yanius Varoufakis sobre que el capitalismo neoliberal está senil, “caduco, tanto en su capacidad de acumulación como fuente de legitimación” porque “las dinámicas tradicionales del capitalismo ya no gobiernan la economía” ni “ejercen el control en equilibrio de antaño porque un grupo de empresas tecnológicas sustituyeron al mercado: ¿qué decidirán en las siguientes elecciones la mayoría de los votantes que dejaron de votar demócratas norteamericanos, socialdemócratas europeos y silvestres formas más o menos progresistas en Latinoamérica, por la impotencia de sus gobiernos para revertir la pérdida de capacidad de consumo? ¿Por qué propuestas se inclinarán si los gobiernos de un sesgo más autoritario que eligieron, tampoco lograrán revertir el fenómeno que en el hemisferio norte lleva varias décadas y en Latinoamérica quince años, desde el fin del boom de las commodities, donde gran parte del total del aumento de riqueza en Occidente se concentra en el 1% más rico? (sobre cuyas causas se explicó en profundidad en la columna de ayer, el malentendido que llevó a los Occupy Wall Street de 2011 a QAnon de 2020/4 siguiendo con los mismos reclamos, pero con recetas diametralmente opuestas).

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Un tácito Consenso de Silicon Valley es continuación ampliada del Consenso de Washington de los 90

Para Varoufakis “los cambios tecnológicos acelerados de las últimas décadas fueron como un virus que acabó con su huésped”; el capitalismo no termina- ría “con un estallido revolucionario, sino con un murmullo evolucionario” donde sería inmodificable que las grandes empresas digitales que controlan las plataformas y el mundo extraterritorial y extranacional de la nube se valgan de su monopolio intelectual para capturar sin límite toda la renta que deseen.

Una forma de producción poscapitalista dominada por la producción de intangibles donde “fuerzas depredadoras maximizan sus beneficios, ya sin depender de la maximización de la producción, sino del control de la información”. Dejando a las actividades primarias, industrias, comercios y servicios (los empleadores de mano de obra intensiva) el rol de ser “sujetos subalternos del mundo digital”.

Un tácito Consenso de Silicon Valley que sería la continuación ampliada del Consenso de Washington de los 90 donde “el capitalismo real está desapareciendo, los mercados tradicionales se evaporan, constituyendo monopolios de pocas empresas, donde el juego del libre mercado, la libre competencia característica del capitalismo deja su lugar a una rivalidad entre pocos, que ya no es competencia porque al ser pocos la competencia se sustituye por acuerdos; y el objetivo de las ganancias bien habidas con el esfuerzo propio de inversión ya no cumple tal función”. 

Los nuevos modos de dominación digital adueñándose del territorio más lucrativo que es la nube, despojando a los estados del territorio más productivo, regresaría al mundo a formas de poder más primitivas como las del medievo: el feudalismo.

Quizás cuando Donald Trump habla de hacer del Canal de Panamá y de Groenlandia lo mismo que sus predecesores hicieron con Alaska, y quizás, por que no, con toda Canadá, pueda estar en su mente la forma de volver a girar el juego recuperando el poder del territorio material por sobre el “nubial”, algo así como la disputa por espacio vital que llevó a las dos Guerras Mundiales del siglo XX, y hacer que “avanzara” el reloj de la historia en su repetición de ciclos, del año 999 a 1933.

Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, una de las empresas de inversión global y fondo de cobertura (hedge funds) más grande del mundo, declaró recientemente: “Vamos a ver un plan industrial, no el capitalismo como normalmente lo pensamos como un mercado libre. El proteccionismo de Trump consiste en tratar de fortalecer la industria estadounidense, no solo por una razón económica, sino porque se necesita un sentido de autosuficiencia en caso de que entremos en una guerra. Y eso lo veremos en chips, en la electricidad, necesitamos energía.”

Se refiere a lo que para él es la tercera de las fuerzas que mueve al mundo: “el gran conflicto de poder de un país que compite con otro país. Clásicamente, el ascenso de una gran potencia para desafiar a una gran potencia existente. Y cuando se desafía al gran poder existente, se desafía las reglas y eso significa que se desafía el orden”. Las otras cuatro fuerzas para Dalio son el dinero (ser acreedor de deuda), los conflictos internos (brechas de riqueza o de valores: MAGA frente a Woke), la naturaleza (pandemias, crisis, catástrofes) y la tecnología.

Ray Dalio es también autor del best-seller mundial Principios para enfrentar al nuevo orden mundial. Por qué triunfan y fracasan los países que dedica sus últimos dos capítulos al “Auge de China y el renminbi” y “Relaciones (guerras) Estados Unidos-China”.

La prestigiosa revista “liberal” The Atlantic publicó un artículo que tuvo mucha resonancia donde el investigador permanente del Instituto de Ciencias Humanas de Viena y presidente del Centro de Estrategias Liberales de Sofía, Ivan Krastev, compara el regreso de Trump con la caída del Muro de Berlín en 1989. Si el colapso de la Unión Soviética pudo ser  interpretado como “el fin de la historia”, el regreso de Trump para otros se interpreta como “el fin de la democracia” porque el regreso de Trump marca “el fin de Estados Unidos como imperio liberal” (…) “Trump está convencido de que Estados Unidos es el mayor perdedor del mundo que ha creado. En su opinión, durante las últimas tres décadas, Estados Unidos se ha convertido en un rehén, en lugar de una potencia hegemónica, del orden internacional liberal. En el mundo de posguerra, Estados Unidos logró integrar a sus adversarios derrotados, Alemania y Japón, en la gobernanza democrática, el comercio internacional y la prosperidad económica. Esto no se aplicó a China: en opinión de Trump, Pekín ha sido el verdadero ganador de los cambios posteriores a 1989.” Termina diciendo “que la gente pueda tratar a un playboy multimillonario como líder de un movimiento antiestablishment” es un síntoma de lo que estas dos columnas llaman “El malentendido”.

Gente desesperada llama a sus verdugos para que le curen las  
heridas que ellos le produjeron

No solo en 4 años Joe Biden no pudo, tampoco pudo Obama en sus 8 años romper el empeoramiento de los ingresos de la mayoría de la población, como en los últimos 12 años de Argentina no solo no pudo Alberto Fernández, tampoco pudo Mauricio Macri ni Cristina Kirchner en su segunda presidencia. En distintas partes del mundo no es inusual que las personas desesperadas llamen a sus verdugos a curar las heridas que ellos le produjeron.

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