Comenzó el segundo mandato no consecutivo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, logrando algo inédito desde hace más de un siglo, cuando Grover Cleveland gobernó en 1885 y luego de perder las elecciones en 1889, volvió a la Casa Blanca en 1893. El regreso del republicano ha revelado que irá a fondo con la idea de “volver a la edad de oro” norteamericana, agregando que el “declive” del país se va a terminar, y volverá a hacer una “nación orgullosa, próspera y libre”.
En esta segunda etapa, Trump cuenta con mucho mayor volumen político, ya que logró contundentemente el triunfo en el voto popular, lo que no había sucedido en su primer mandato. Cuenta con mayoría parlamentaria tanto en la Cámara de Senadores, como en la de Representantes, y, para completar este panorama, tiene una Corte Suprema de Justicia ultraconservadora que le responde ampliamente ya que en su primera presidencia nombró a tres integrantes.
A su vez, el Partido Demócrata está en una profunda crisis tanto por la derrota en las urnas, la pobre imagen que dejó Joe Biden, los malabares para posicionar a Kamala Harris, el aumento de la inflación en el país y la errática política exterior (con los conflictos en Ucrania y en Gaza).
Con todo ese potencial político, Trump no esperó demasiado y firmó una batería de medidas. En materia interna, anunció que “desde hoy Estados Unidos reconoce sólo dos géneros: masculino y femenino”, lo que implica, entre otras cuestiones, que se prohíbe el ingreso a personas transgénero a las fuerzas armadas y su participación en deportes profesionales. Dispuso que todos los trabajadores federales deben volver a trabajar presencialmente y que no habrá nuevas contrataciones en el gobierno federal.
En política exterior, retomará uno de sus principales ejes: la inmigración. Entre las órdenes ejecutivas figura la declaración de emergencia a la zona de frontera con México que le permitirá al gobierno desplegar tropas en esa región, anunció el fin de la ciudadanía por derecho de nacimiento para los hijos de inmigrantes ilegales y se bloqueó la aplicación CBP One App que permitía a personas migrantes tratar de obtener el derecho de asilo. Además, designó a los carteles mexicanos como organizaciones terroristas.
El otro gran eje de política exterior estará centrado en China, retomando la guerra comercial que inició en su primer mandato. Sumado a ello, se empieza a colar en esa agenda cada vez más fuerte la idea del gobierno chino de reincorporar a Taiwán y volver a unificar la isla con la China continental, a cualquier precio. Interrogantes que aún no tienen respuestas en cómo responderá la nueva administración trumpista.
Ya antes de asumir, elevó la tensión con México desde lo simbólico (al anunciar el cambio del Golfo de México como “Golfo de América”) como también en lo político y económico, declarando que subirá un 25% los aranceles a los productos mexicanos y canadienses (socios del Nafta), enfrentando también a Canadá al decir que podría convertirse en el Estado norteamericano número 51. Insistió en que van a recuperar el Canal de Panamá ya que según dijo está “en manos de los chinos”, aunque no aclaró en qué condiciones.
Entre discursos mesiánicos, gestos indefendibles y silencios que hacen ruido
En materia de instituciones internacionales, anunció la salida del Acuerdo de París que intenta luchar contra el cambio climático y alejarse de la Organización Mundial de la Salud, en un retomo a las críticas a las organizaciones globales. También anunció recortes a la ayuda internacional estadounidense, especialmente con la Otan, lo que traerá consecuencias en conflictos internacionales, especialmente en Ucrania.
Otro hecho más que simbólico en el acto de asunción fue la presencia en primera fila de Sunda Pichai (CEO de Google), Tim Cooke (CEO de Apple), Jeff Bezos (dueño de Amazon), Mark Zuckerberg (Meta) y, muy especialmente, Elon Musk (Testa, SpaceX y de la red social X) que, además, será funcionario del gobierno. Esto marca el fuerte apoyo de los grandes conglomerados económicos y mediáticos y confirma lo que Joe Biden en su discurso de despedida anunciaba como una “oligarquía de ultrarricos”.
Musk estará al frente de un área denominada de “Eficiencia Gubernamental”, además de ser una espada que espera usar para acallar cualquier crítica al gobierno, tanto de opositores, como de los propios republicanos, como sucedió con la senadora de Iowa, Joni Ernst, que criticó a Pete Hegseth, acusado de abuso de alcohol y de acoso sexual y a quien quiere Trump que dirija el Pentágono. Ante ello, provocó una avalancha de acoso en las redes sociales.
Comenzó la era Trump 2.0 con un viento favorable a nivel interno, respaldado no sólo por el voto popular, sino también desde lo institucional. La revancha del magnate en la Casa Blanca lo encuentra con la experiencia de su primera presidencia, a sólo 10 años después de iniciar su vida como político. No obstante, las principales dudas estarán en materia internacional, ya que el declive que el propio Trump aduce de Estados Unidos puede acentuarse debido a la fuerte crisis que sufren las instituciones, los ideales y el orden internacional posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
* Director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Blas Pascal