Para muchos, un piletazo. Semejante al de Charly García cuando embocó una piscina desde un noveno piso. Final feliz, de carambola quizás. Otros sostienen que era un razonable epílogo –anticipado, pero previsto– de la denominada parte tres del programa económico, ya definitivamente reconocido como obra de la consultora de Luis Caputo, ideado –entre otros– por Federico Furiase, Felipe Núñez y Martín Vauthier. Como si Javier Milei lo hubiese comprado llave en mano. De ahí tal vez la gratitud en los elogios del Presidente a su sensible ministro de Economía, al que considera el mejor del mundo, entregarle también la autoría intelectual del cambiante proyecto oficial por si en la pileta finalmente no hay agua. Un acierto político esa jugada del jefe de Estado o de quien lo asesore en ese sentido. Lo cierto es que mañana rige un nuevo esquema cambiario, sin cepo, con ciertas lagunas por aclarar. Entre ellas, modificarán sin duda esa restricción de que solo se pueden comprar en efectivo cien dólares y luego de llenar una declaración jurada que exige hasta análisis sanguíneo.
Empieza el día o esta misma noche con una enorme expectativa en los mercados: se reciben apuestas por saber si el dólar más o menos libre estará cerca de la nueva banda de mil o de la de 1.400, los márgenes que concedió el FMI para aprobar un monumental y forzoso empréstito a la Argentina. Una asistencia que seguramente le permitirá recuperar estabilidad económica al país, luego de un mes inquietante por las sucesivas pérdidas de reservas. Además, una forma de lograr un propósito del organismo: la devaluación del peso, cuyo porcentaje se conocerá según la confianza de operadores y ahorristas a partir de mañana. Está descontado que las acciones despegan y que los títulos públicos se recuperan de las últimas caídas. Solo falta que cante Charly.
La asistencia del FMI le permitirá recuperar al país alguna estabilidad económica, después de un mes de taquicardias.
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En este lunes otra incógnita paralela a la de los mercados. Y de envergadura: la visita de Scott Bessent, el secretario del Tesoro y varios otros funcionarios del Gabinete que ya llegaron al país, el segundo viaje al exterior de este personaje clave (antes había volado a Ucrania) de la Administración Trump. Como si en los Estados Unidos no hubiera problemas por las traumáticas decisiones de su presidente, la crisis internacional que generó y la consecuente suba de la inflación y pérdida de actividad. Una gentileza la de Bessent que no constituye un descargo al fallido encuentro en Mar-a-Lago de los dos mandatarios, más bien una atención a favor de Milei como socio estratégico del gobierno de EE.UU. De honda significación, mucho más que una foto como tontamente persiguió la delegación presidencial en su último viaje a Miami. Sin embargo, difícil entender en ocasiones la política exterior de Trump: se esmera por una cortesía inimaginable con el enviado Be-ssent y, al mismo tiempo, mantiene descubierta, apenas ocupada con un burócrata de carrera, a la embajada norteamericana en Buenos Aires. Quizás por todo este 2025. Extraño, por lo menos, la actitud del habitante de la Casa Blanca.
En la Casa Rosada, mientras, se sabrá mañana si el influyente Bessent –alguien que no parece encajar en el mundo de la bifobia de Trump– ofrece alguna colaboración crematística para otorgarle a Milei mayor estabilidad económica aparte de la del FMI, si aporta otro crédito o asistencia o simplemente inscribe a la Argentina como la primera nación en coincidir en un futuro arancel cero entre los dos países. O, tal vez, descubre alguna tierrita rara que le interesa al ávido Trump para dar ayuda. Habló Milei hace 24 horas, nada dijo de una colaboración directa de Washington, como si fuera otra etapa en el proceso tres del Plan. Tampoco se aludió en demasía sobre un probable repo con entidades privadas, bancos y fondos, que le suministrarían a la Argentina unos dos o tres mil millones de dolares adicionales a los empréstitos del FMI y otros organismos (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, la CAF). Convenios diferentes el repo a los del FMI: uno demanda condiciones, los privados pedirán garantías (sobre exportaciones o títulos). Atentos a esa distinción de la letra chica.
Donald Trump se esmera con una cortesía inimaginable al enviar a su secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Dos puntos misteriosos quedan sobre la visita de Bessent: 1) por qué viaja a Buenos Aires y no convoca a una autoridad argentina a Washington; 2) cuál es la razón para que los funcionarios se trasladen tanto de un lugar a otro, en tiempos en que las comunicaciones por teléfono, con pantallas fidedignas, son iguales a las reuniones presenciales, salvo el olor de los participantes. La llegada del enviado con otros funcionarios indica que otras cuestiones interesan, desde la discusión sobre las patentes al régimen paraarancelario. El gobierno Milei canta victoria por encontrar agua cuando saltó a la piscina por culpa de una urgencia cambiaria, que no pensaba afrontar después de las elecciones de octubre. Falló el cálculo, ahora todo se adelantó. El FMI, acuciado también a definirse, está satisfecho: lo que resta será parte de la deuda futura que habrán de cancelarle. Y Milei, menos nervioso, descubre que le pasa el mismo privilegio que a Trump: lo investigan comisiones y fiscales por alterar los mercados, uno por recomendar una cripto y desdecirse, y otro por revelar inside information al animar la compra de acciones. Parece un tema arduo, abogado va, abogado viene, ambos con causas que no proceden, tienen inmunidad por actos de gobierno –reciente sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos–, son un dúo con facultades de Gobierno que no pueden enjuiciarse por alteradas.