sábado, 7 junio, 2025
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La nueva generación peronista busca crecer sin Cristina

El dirigente comunista italiano Antonio Gramsci dijo en sus Cuadernos de la cárcel que cada generación debe descubrir cuál es su “misión histórica”. Para Gramsci, cada generación puede convertirse en sujeto histórico activo si logra articular su experiencia con un proyecto político y cultural coherente. No es la edad lo que define a una generación, sino su capacidad para asumir una función dirigente.

Si la generación de Alfonsín, Menem y Duhalde consolidó la democracia y la hizo persistir, a pesar de los problemas estructurales de nuestro país, podríamos decir que la generación de Néstor, Cristina Kirchner y Mauricio Macri puso en pie los diferentes paradigmas mediante los cuales se intenta resolver las deudas que aún mantiene nuestro sistema democrático.

En la actualidad, Macri está jubilado por Milei y Cristina intenta bloquear cualquier renovación en el peronismo, sea confrontando directamente o, como hizo hace días, llamando a Kicillof para llegar a un acuerdo en la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, los muchachos poskirchneristas juegan por dentro y por afuera y CFK no parece poder controlarlos a todos.

En CABA, hay algo nuevo bajo el sol: Leandro Santoro, con su modesta derrota en Capital le alcanza para mantener proyección como candidato con caudal electoral propio. Así está el peronismo. Sin embargo, esa misma derrota debilita a Kicillof y fortalece a Cristina. El kirchnerismo sostiene que no se puede ganar sin su estrategia y por lo tanto sin su lapicera.

Irreverentes, no son verticalistas, son dialoguistas, no están asociados a hechos de corrupción y, lo más importante: no tienen jefes, responden por ellos mismos. Los muchachos poskirchneristas expresan una renovación que puede incluir a Juan Monteverde en Rosario y a Juan Grabois como un porteño más radicalizado, pero que claramente comparte generación con todos ellos y algunas características.

Los muchachos poskirchneristas tienen derrotas victoriosas y se fortalecen en uno de los peores momentos del peronismo. Si la derrota digna de Santoro fue la última novedad, Juan Monteverde saltó a la fama luego de casi ganar la intendencia de Rosario y finalmente venció en la interna del peronismo santafecino que, sin embargo, perdió con Maximiliano Pullaro en las elecciones constituyentes. Cuando el peronismo no hace más que perder, al menos hay quienes tienen sus consuelos dentro de la derrota.

Además, muchos tienen una particularidad interesante: tienen ideas, programas, propuestas. Pero, volviendo a Gramsci, ¿cuál es su misión? Tal vez rescatar la política de la apatía que empieza a emerger y se materializa en la baja concurrencia de las elecciones de este año. Tal vez, discutir con más fundamento y menos fanatismos los problemas argentinos. Tal vez, establecer un piso de tres o cuatro consensos básicos sobre los que refundar un sistema político que viene pulverizándose a sí mismo –y a las fuerzas que lo componen– hace más de 20 años.

Leandro Santoro, alfonsinista y radical, pero aliado al peronismo. No le gusta el verticalismo pejotista, pero comulga menos con los radicales con peluca que hoy apoyan a Milei. Santoro es progresista, pero no es fanático: defendió el uso de las Taser en la Ciudad de Buenos Aires porque entiende que son menos nocivas que las armas de fuego y resultan más fáciles de auditar. Luego de su derrota, tuvo una mala noche en la que no le habló a la militancia. Sin embargo, ya al otro día empezó a hablar de “un frente anti-Milei” y hace guiños a Larreta y Lousteau.

En el último acto, Kicillof contestó con un planteo similar: “Un frente amplio bonaerense para frenar la motosierra”. El gobernador tiene una batalla más empedrada y difícil. Es blanco de CFK, quien lo acusa de traidor y desagradecido. Además, gobierna la provincia más insegura del país y los delitos violentos en el Conurbano golpean su imagen. Sin embargo, supo construir con intendentes, sindicalistas y con otros dirigentes como Maximiliano Pullaro y el histórico radical Federico Storani una posición sólida en el antimileísmo. “Axel es austero”, dicen los cercanos, y esa es justamente la imagen que quiere construir: un político sobrio, pragmático, pero de ideales. La Cuenta DNI, utilizada tanto por bonaerenses como por porteños, representa para mucha gente la posibilidad de comer carne y de defender, en algo, el consumo serruchado por la motosierra libertaria.

El anuncio de Cristina Kirchner como candidata de la Tercera Sección electoral es una maniobra contra Kicillof, no contra Milei. La tercera sección electoral es el bastión del peronismo, el PJ nunca perdió en esta zona del Conurbano. CFK se refugia en la Tercera para pelearle la conducción al gobernador bonaerense que se prepara para una posible derrota con el Gobierno. Cristina quiere encabezar la única sección que no se pinte de violeta.

Si el populismo, como lo describió Ernesto Laclau, es encontrar a un enemigo y atribuirle todos los males de la sociedad –y esto lo hicieron tanto Milei como Cristina e, inclusive, un poco Macri–, tal vez esa sea, en parte, la misión de esta generación de dirigentes políticos: la de construir una forma de hacer política en la que el otro sea simplemente alguien que piensa distinto, al que hay que convencer o escuchar.

*Periodista.

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