(Pasta de Campeón – ADNSUR) – En el corazón de Comodoro Rivadavia, donde la crisis económica golpea con fuerza a cientos de familias, el Club Stella Maris se levanta como mucho más que un espacio deportivo. Es un refugio social, un lugar de encuentro y contención, donde los chicos no sólo corren detrás de una pelota, sino que también encuentran un plato de comida, un gesto de cariño y una comunidad dispuesta a sostenerlos.
Presidido por Héctor “Chueco” Echaniz, Stella Maris se ha convertido en una institución que respira gracias al esfuerzo colectivo. “El club es mi vida”, asegura Echaniz con lágrimas en los ojos.
“Es algo muy importante para mí y para el barrio sobre todo, a nivel social y deportivo. También para que los chicos tengan para alimentarse. Es poco, pero ayuda. El sueño para nosotros es tener la cancha con césped sintético, eso nos cambiaría todo”.
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Pasta de Campeón on Instagram: «Solidaridad que se juega todos los días ⚽🇾🇪 El equipo de Pasta de Campeón visitó al Club Stella Maris y se encontró con una acción que trasciendo el deporte: 👉 todas las tardes, el club brinda la merienda a sus jugadores de todas las categorías, asegurando que cada chico cumpla con su comida de media tarde. 🥛🍪 📹 Con cámara en mano y paneos de dron, te mostramos cómo Stella Maris se convierte en mucho más que un club. #StellaMaris #Solidaridad #DeporteQueTransforma #Comodoro #PastaDeCampeón #FútbolInfantil»
El sueño verde todavía está pendiente, pero en el mientras tanto, cada pequeño avance es celebrado como un triunfo enorme. Hace apenas unos días, el club logró algo que parecía imposible: colocar gas en los vestuarios, una obra básica pero fundamental que permitirá a los chicos soportar mejor el invierno patagónico.
Sabemos que hay chicos que no la pasan bien. Cuando nos traen mercadería la repartimos a los que más lo necesitan
La merienda como motor social
El verdadero corazón de Stella Maris late todos los días cuando termina la práctica. Después de correr, entrenar y jugar, los chicos de octava, novena y séptima división se sientan alrededor de una mesa y reciben la merienda que Alicia y Elena preparan con amor. Tortas fritas, rosquillas y, cuando se puede, algo más.
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“Yo estoy desde mitad de año. Hacemos rosquillas y tortas fritas, y queremos ver si podemos hacer alguna vianda a la noche. Sabemos que hay chicos que no la pasan bien. Cuando nos traen mercadería la repartimos a los que más lo necesitan”, cuenta Alicia, con una sonrisa que contrasta con la crudeza de la situación. “Lo que más te llena es ayudar a otros. Yo soy muy feliz acá adentro, te juro que soy muy feliz”.
Esa felicidad compartida se refleja también en la mirada de los chicos, que muchas veces soportan el frío de las prácticas pensando en el momento de la merienda. “Muchas veces nos cuesta entrenar por el frío, pero tenemos muchos chicos también por la merienda. Ellos vienen a jugar un rato y siempre preguntan si hay algo para comer”, confiesa Diana Echaniz, profesora y colaboradora del club.
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El club como refugio
En Stella Maris se entiende que un club no es solamente un lugar para aprender a jugar al fútbol. Es un espacio de protección frente a la calle, un ámbito donde los chicos pueden crecer en un entorno sano, con amigos, profesores y referentes que los cuidan.
“Acá los chicos se divierten, juegan, aprenden, comen y están, por varias horas, lejos de la calle. Eso es lo que más valoramos”, remarcan los dirigentes. En un barrio golpeado por la falta de oportunidades y las dificultades económicas, Stella Maris es mucho más que un club: es una familia ampliada que no deja a nadie atrás.
Pasta de Campeón on Instagram: «🚁⚽ EL DRON DE PASTA DE CAMPEÓN SIGUE VOLANDO ALTO 👉 Esta vez, las cámaras aéreas de PDC sobrevolaron el barrio Stella Maris y captaron imágenes únicas del histórico club comodorense 🔴⚪️⚫️ 💭 ¿Qué otra cancha debería visitar el dron de Pasta de Campeón? #PastaDeCampeón #StellaMaris #FútbolComodorense #DronePDC»
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La familia Echaniz lo sabe muy bien. Cada integrante aporta su granito de arena para que el club siga en pie. Desde el presidente hasta los profesores, pasando por las mujeres que cocinan y los vecinos que colaboran con donaciones, todos entienden que Stella Maris no puede detenerse.
Un sueño compartido
El club tiene un anhelo que se repite como una plegaria: que algún día su cancha pueda ser pintada de verde, con césped sintético. Ese sería el salto de calidad que permitiría mejorar las condiciones de entrenamiento, atraer a más chicos y seguir creciendo en lo deportivo.
Mientras tanto, el trabajo cotidiano sigue. El mate, las tortas fritas, los entrenamientos en el frío, el esfuerzo por conseguir mercadería, el aliento de las familias. Cada pequeño gesto suma para que el club se mantenga vivo.
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Stella Maris es, en definitiva, el ejemplo más claro de cómo las instituciones barriales pueden transformarse en el corazón de una comunidad. En tiempos de crisis, el deporte y la solidaridad se vuelven inseparables, y este club comodorense es la prueba de que, incluso en las situaciones más difíciles, siempre hay un lugar para la esperanza.