El anuncio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre un “bloqueo total y completo” a los buques petroleros que operan con Venezuela introdujo un nuevo factor de incertidumbre geopolítica en el mercado energético global. La medida, que incluye la presencia de buques de guerra en el Caribe para impedir el tráfico marítimo, apunta a recortar los ingresos del gobierno de Nicolás Maduro y profundizar el régimen de sanciones ya vigente.
La reacción inicial del mercado fue moderada. Según datos de S&P Global Commodities Insights, la presión estadounidense redujo en pocas semanas el número de buques que se dirigían a puertos venezolanos, mientras el Departamento del Tesoro sancionó a compañías navieras involucradas en el transporte de crudo. Aun así, el impacto estructural sobre la oferta global es limitado: Venezuela representa alrededor del 1% del suministro mundial de petróleo.
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En términos de precios, el bloqueo provocó apenas un rebote transitorio. El Brent volvió momentáneamente a niveles cercanos a los 60 dólares por barril y el WTI superó los 56 dólares, pero la tendencia de fondo en 2025 sigue siendo bajista. En lo que va del año, el WTI acumula una caída cercana al 22% y el Brent retrocede alrededor del 20%, su peor desempeño desde la pandemia.
Un contexto global que condiciona a Vaca Muerta
Para la Argentina y el desarrollo de Vaca Muerta, el escenario internacional resulta clave por dos motivos centrales. El primero es el precio de exportación del crudo, en un año en el que las ventas externas de petróleo superaron los 10.000 millones de dólares y se consolidaron como uno de los principales aportes al superávit energético.
La cuenca neuquina necesita precios internacionales relativamente estables para sostener la rentabilidad del shale oil y, sobre todo, para financiar el ciclo de inversiones en infraestructura que exige su expansión exportadora. Un barril persistentemente por debajo de los 60 dólares no afecta de manera inmediata a los desarrollos más eficientes, pero sí introduce cautela en la asignación de capital y en el ritmo de crecimiento.
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El segundo factor es la competencia por inversiones. El endurecimiento del bloqueo sobre Venezuela aumenta el riesgo país en ese mercado, lo que podría redirigir flujos de capital hacia jurisdicciones percibidas como más previsibles, como la Argentina. Sin embargo, esa eventual ventaja relativa se ve neutralizada si el escenario global sigue dominado por precios bajos y márgenes ajustados.
Exceso de oferta y límites al impacto geopolítico
Los principales organismos internacionales coinciden en que el mercado petrolero seguirá bien abastecido durante 2026. La Agencia Internacional de la Energía proyecta un superávit global cercano a los 3,8 millones de barriles diarios, impulsado por la producción no convencional fuera de la OPEP, con Estados Unidos como principal actor.
En ese contexto, incluso interrupciones más severas en países sancionados como Venezuela o Rusia tienen un efecto acotado sobre los precios. El bloqueo estadounidense reduce la oferta venezolana en determinados mercados y circuitos informales, pero no altera de manera significativa el equilibrio global entre oferta y demanda.
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Para Vaca Muerta, el resultado es ambiguo. En el corto plazo, la salida parcial de crudo venezolano elimina un competidor en determinados nichos y rutas comerciales. Pero, en el mediano plazo, la combinación de sobreoferta mundial, desaceleración de la demanda y precios deprimidos fija un techo a las ambiciones exportadoras argentinas.
Con pronósticos que ubican el Brent entre los 50 y 55 dólares para 2026, el principal desafío no pasa por la viabilidad del shale neuquino —que mantiene ventajas de costos frente al convencional— sino por sostener el volumen de inversiones necesarias para transformar ese potencial en un flujo estable de exportaciones. En ese delicado equilibrio, los movimientos geopolíticos como el bloqueo a Venezuela funcionan más como ruido coyuntural que como un cambio estructural de reglas para Vaca Muerta.
